Lunes 29 de marzo, 2004. San José, Costa Rica.


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Doña Julia Garro y su hijo Juan Elías se sienten orgullosos de su nueva casa. Antes habitaban un tugurio al que se le colaban el frío y el agua.
Carlos SALAZAR/Al Día

Doña Julia ya tiene casa

Carlos SALAZAR, corresponsal

Naranjo.- Doña Julia, hija de la pobreza, del hambre, con una vida llena de penurias, nunca pensó que a los 85 años su situación podía cambiar y hoy estrena casa en Barrio El Carmen, en Naranjo.

Gracias al empeño de un comité de personas honorables, que piden el anonimato porque su misión “es un deber cristiano”, hace tres meses lograron involucrar a 175 ciudadanos más para recaudar dinero y materiales con el fin de construir la vivienda de doña Julia Garro viuda de Carranza.

Casada con Herminio Carranza “por muchos años hasta que murió”, vive con su hijo Juan Elías, un hombre que no sabe la edad ni tiene cédula, pero dice tener casi 60 años.

Él se dedica a recoger cuanto recipiente, papel u objeto se encuentre tirado en la calle o en basureros.

Don Herminio fue no vidente de nacimiento, muy querido por los naranjeños, que durante años vivió de la caridad, gracias a la limosna que recibía cerca del mercado.

El costo total de la casa, según el informe entregado el sábado por el Comité, fue de ¢2.3 millones, y hubo ayudas que van desde ¢1.000 hasta ¢235 mil.

La casa cuenta con dos habitaciones, sala comedor, baño enchapado en azulejos, y otra habitación para la cocina de leña y el fregadero.

“Gracias”

“Esto es muy lindo, la casa quedó muy bonita y estamos muy contentos”, afirmó doña Julia, de pies descalzos, bien sentada en un sillón de la sala, donde no deja de dar “gracias a Dios por tanta bondad de la gente”.

Por su parte Juan Elías dijo que está tan orgulloso de su nueva casa que el sábado la había limpiado dos veces en la mañana, y “me bañé porque esto está muy bonito y hay que cuidarlo”.

Por los piropos de los vecinos hacia la casa, Juan Elías ya no guarda lo que encuentra en su habitación, pues tiene cama nueva.

Ahora los desechos que recoge en la calle, los guarda en un saco y los deposita en el recipiente de la basura del barrio.

A un lado de la casa hay un espacio para el jardín, que doña Julia espera ponerle “siembros” cuando caigan las primeras lluvias, que ya no se colarán más entre los agujeros del techo porque tienen casa nueva, gracias a la solidaridad de los naranjeños.

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