Jueves 6 de mayo, 2004. San José, Costa Rica.



 

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El martes por la mañana, Carlos Quesada ensayó con la directora invitada y con la Orquesta Sinfónica Nacional en la sede de ésta, en Moravia.
Herbert ARLEY/Al Día

Pasión, talento, trabajo

Carlos Quesada, de 19 años, será el solista del IV concierto de la Sinfónica

Ovidio MUÑOZ

¿Nervios? Claro que hay nervios. ¿Quién no los sentiría si a los 19 años tiene la responsabilidad de ser solista, al piano, con la Orquesta Sinfónica Nacional, una de las mejores de América Latina?

Se podría pensar que hay espacio para dejar algo en manos de la suerte y estar tranquilo. Pero no. “Si se juega con la suerte es porque el pianista no es bueno. Todo se debe al trabajo”, dice Carlos Quesada, un alajuelense que hace ocho meses –con solo uno de francés– viajó al conservatorio suizo de La Chaux-de-Fonds –cerca de la frontera con Francia– tras la meta de convertirse en un futuro concertista.

Además:

  • Una fecha singular
  • Volvió a Costa Rica el viernes, y casi de inmediato se puso a trabajar en el cuarto concierto de la temporada de la Sinfónica Nacional (mañana), en el cual interpretará el Concierto No. 1 para piano y orquesta en Sí bemol menor opus 23, de Piotr Ilich Tchaikosky, que ya tocó –pero con la Sinfónica Juvenil– el 18 de agosto del 2003.

    Fue un desafío importante. “Yo tenía pensado trabajarlo y prepararlo, pero no para ese momento”. El semestre de labor se consumió en una presentación y él quedó satisfecho.

    Talento le sobra

    Alguna gente no duda en calificarlo de prodigio. Guido Sáenz, el ministro de Cultura, no titubea para decir “es un pianistazo, sensacional, muy maduro”.

    En el 2000 ganó el concurso internacional Interlochen Concerto Competition, en Michigan; tres años más tarde fue invitado por The Pianault School of Music para presentarse en el Weill Recital del Carnegie Hall, en Nueva York.

    Él se define como muy disciplinado, una cualidad sin la cual es difícil pensar en un artista destacado. Se requiere pasión para dedicarle muchas horas al estudio –incluso sabatinas y dominicales– mientras muchos de su edad “descansan”. Él parece tener claro por qué lo hace. “Es lo que me gusta, lo que amo hacer”.

    Este, como todo romance, tiene su buena cuota de nerviosismo, que empieza a crecer conforme se acerca el momento de salir a escena y que él ve como “algo de la profesión”.

    Y de la profesión son, también, los sacrificios, las horas de ensayos y de conciertos paseando los dedos por las negras y las blancas, pendiente, por encima de todo, de no defraudarse a sí mismo; un ejercicio de honestidad personal que hace que la audiencia valore su propuesta musical.

    Preparación intensa

    Mañana y el domingo, Carlos volverá a ocupar el banquillo de honor en el Teatro Nacional. “Tengo absoluta confianza en que hará un papel brillantísimo”, añade Sáenz, conocedor de las habilidades de un muchacho que sabe cuánto lo admira el ministro.

    Tantas expectativas puestas en alguien tan joven podrían abrumarlo, pero, al menos en su voz, no hay seña de desconfianza. “Es una gran responsabilidad, porque es un concierto de la temporada, pero siempre hay que prepararse lo mejor posible, practicar y trabajar mucho”.

    Eso da tranquilidad.

    Lo que sí se siente en su acento es la huella de un francés con el que todavía sigue luchando, pero que ya le permite defenderse en La Chaux-de-Fonds, adonde regresará el lunes.

    Quizá vuelva en julio, o agosto, dice, porque quiere que en su tierra lo vean dando un recital.


    Una fecha singular

    Ovidio MUÑOZ

    El cuarto concierto de la temporada, que la Orquesta Sinfónica Nacional ofrecerá mañana y el domingo, es especial por varias razones: por tercera vez la batuta la tendrá una mujer: la maestra estadounidense Janna Hymes-Bianchi; el joven costarricense Carlos Quesada, de 19 años, dará una prueba más de su talento al interpretar el Concierto para piano y orquesta No.1 en Sí bemol menor, de Tchaikovsky, y, además, en el programa está la obra “Hardit Barejo”, del compositor nacional Carlos Escalante.

    El resto del programa lo forman la obertura “Cosí fan tutte”, de Wolfgang Amadeus Mozart, y “Variaciones sinfónicas”, de Antonin Dvorák. Hymes-Bianchi es la directora musical de Maine Grand Opera Company, en Estados Unidos, donde ella goza de una sólida reputación.

    En su país ha dirigido por todo el territorio, desde Florida hasta San Francisco.

    Las invitaciones la han puesto frente a orquestas de Francia, Holanda y México.

    Como todos los conciertos de la Sinfónica Nacional, el de mañana a las 8 p.m se repetirá el domingo a las 10:30 a.m, siempre en el Teatro Nacional.

    Los precios de las entradas van desde ¢1.000 hasta ¢6.000, y se pueden comprar en la boletería del Nacional; en caso de que se desee información adicional se puede llamar al teléfono 221-5341.

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