Sábado 8 de mayo, 2004. San José, Costa Rica.



 

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Imagen ilustrativa/Al Día

Trigo maduro

Algo valioso para meditar

Monseñor Román Arrieta
Arzobispo Emérito de San José

Hay muchas cosas en la famosa Desiderata que a menudo escuchamos por la radio, sobre las que vale la pena meditar.

“Camina plácido –nos dice– entre el ruido y la prisa, y piensa en la paz que se puede encontrar en el silencio”. Hay ruido en las calles y tiendas, en los mercados y estadios, ruido capaz de reventar los tímpanos en bares y discotecas, a cuyo lado hasta miedo da pasar.

Las gentes, llevadas y traídas por mil afanes, muchos hasta pueriles, caminan tan a prisa, que ni tiempo tienen para dar una dirección o socorrer a alguien. ¿Por qué nos hemos deshumanizado tanto? ¿Dónde han quedado el amor, la solidaridad y las obras de misericordia?

Frente al ruido y la prisa, donde la paz no es posible, la Desiderata invita a buscarla en el silencio, el cual podemos encontrar en la quietud del templo y en el diálogo con Dios, en que las palabras ceden el lugar a la contemplación. ¿Tienes hambre de paz? Recuerda que en el silencio encontrarás el alimento que la saciará a plenitud.

En otra parte nos dice la Desiderata: “Enuncia tu verdad de una manera serena y clara, y escucha a los demás, incluso al torpe e ignorante”. La fuerza de la verdad reside en ella misma, y no en la vehemencia con que se enuncie, lo que puede favorecer su aceptación por parte de quien la escucha, pero jamás cambiar una verdad en mentira o una mentira en verdad.

¡Cuán importante es escuchar a los demás porque, aunque sean iletrados, en ellos brilla una chispa divina: la inteligencia de que Dios los dotó! A diario recibimos de personas que no tuvieron oportunidad ni de pasar por la escuela, lecciones de tan profunda sabiduría, que ante ellas palidecen las enseñanzas de connotados sabios de hoy y del pasado.

Todos cuantos tenemos una responsabilidad en la conducción del pueblo, debiéramos atender el sabio consejo de escuchar a los demás. Lograríamos así muchos aciertos y evitaríamos muchos errores.

La experiencia de la vida permitió al autor de la Desiderata darnos este otro consejo: “Si te comparas con los demás, te volverás vano o amargado, pues siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú”.

Lo que Dios quiere de nosotros es que, dependiendo de los talentos con que nos ha adornado, demos lo mejor de nuestras vidas y aspiremos a las más altas cumbres, no para vanagloriarnos, sino para servir mejor a Él y a los hermanos.

Invito a cuantos, de vez en cuando, escuchan la Desiderata, o hasta la saben de memoria, a no contentarse con ello. Si profundizan un poco en sus sabias enseñanzas, mejorarán sustancialmente su propia vida y costumbres, y mucho podrán contribuir a que otros mejoren también.

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