Butaca 1
Un sueño Leonardo Perucci
Santiago de Chile– Aquí, con la cordillera nevada cual gigantesco refrigerador a pocos kilómetros de mi casa, dan ganas de acostarse temprano, encender la estufa y esperar durmiendo abrigadito los 5 grados que nos regala cada mañana, un clima que se me antoja nuevo.
Así lo hice anoche y me dormí temprano... y tuve un sueño maravilloso.
De mí dependía transformar las cosas en Chile para el bien de todos, y comencé:
Primero que nada, terminé con el Ejército, vendí todos los submarinos, los tanques, uniformes, charreteras, condecoraciones, etc., y, con lo que me pagaron, construí viviendas dignas para los pobres, escuelas, jardines y plazas.
Luego, con el 10 por ciento de los fondos del Cobre, puse la medicina al servicio del pueblo, y construí hospitales modernos y repartí medicinas gratis para los que las necesitaban.
Desarrollé zonas protegidas en donde nadie pudiera explotar la madera y convertir el país en un desierto. Y vi volver las aves y animales a sus lugares de origen, mientras el mar era patrimonio solo de los pescadores del país, y no de depredadores europeos.
En cuanto a la energía, todos los recursos hídricos volvieron a las manos del pueblo. Pudimos ser soberanos al manejar nuestra propia energía, y no dependíamos del gas que nos surte un país extraño y del cual dependemos lastimosamente.
Nos convertimos en un país amante de la paz y, en los foros internacionales, defendimos a los débiles de los poderosos. Fuimos amigos y solidarios con nuestros vecinos. Creamos empleos y exigimos sueldos decentes para que nadie tuviera privaciones de ningún tipo.
Respecto a las comunicaciones, las puse al servicio de todos para que en el lugar más remoto hubiera un teléfono, y que esta decisión no dependiera del poder adquisitivo de la zona. En lo referente a la televisión, educaríamos y divertiríamos por partes iguales.
En todos los lugares hice conciencia de que “el hombre no es el lobo del hombre”, que el hombre debe tener libertad económica, social, religiosa y sexual. Y protegimos a nuestros niños, ya que ellos siguen siendo “el futuro, de verdad, de la patria”.
En eso estaba, feliz y maravillado con lo que veía y sentía... y en eso también... sonó el maldito despertador y desperté... y ¡oh, cosas de los sueños!... desperté en Costa Rica…
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