Jueves 13 de mayo, 2004. San José, Costa Rica.



 

Perspectivas

Empresa ¿privada?

José Meléndez

El escándalo que por estos días sacude a la Caja del Seguro Social, abre muchas dudas sobre la realidad de las profundas relaciones de negocios entre el Estado y la empresa privada.

Durante décadas, hemos escuchado infinidad de voces que, desde el sector empresarial, han dicho y repetido que el Estado es malo, que hay que reducirlo y adelgazarlo, y que lo único bueno es la iniciativa privada, porque el aparato estatal es símbolo de corrupción y de ineficiencia.

Muchos de esos alegatos son ciertos y, quizás, hasta se quedan cortos en sus apreciaciones. Pero también es correcto afirmar que muchos poderosos capitales costarricenses nacieron, crecieron, se desarrollaron y siguen creciendo a la sombra del Estado. Y ahí el Estado no ha sido ni malo ni feo.

Recuerdo que, por ejemplo, allá por la década de 1970 empezó en Puntarenas un negocio privado de producción de mariscos, financiado por los bancos estatales. Pero como el negocio no funcionó, los dueños nunca abonaron a los bancos, mientras la compañía se iba a pique. La fórmula de salvación fue muy sencilla: los dueños (muy vinculados, por cierto, a las cámaras y otras estructuras dirigentes del sector privado y a lo que hoy es el Partido Unidad) vendieron la empresa al Estado. El gobierno (que no era de Liberación Nacional) aceptó comprarla vía Codesa, que por aquellos años era bastión del Estado empresario.

¿Resultado? Codesa compró la empresa, le pagó a los bancos y canceló otras deudas adquiridas por los hombres de negocios y ya, todo resuelto. Allí sí el Estado fue muy bueno y muy lindo, porque nada más había que extender la mano para recibir un cheque que, al final de cuentas, pagamos todos los ticos para que unas pocas personas se hicieran más ricas y poderosas: se socializaron las pérdidas y se privatizaron las ganancias.

Ahora que Costa Rica se dispone a abrirse en sectores estratégicos, como el ICE y el INS, por el TLC con Estados Unidos, los ticos queremos saber qué tipo de empresa privada va a explotar esas actividades. ¿Serán de las que, como hoy existen muchas, le deben cientos de millones de colones a la Caja por cuotas obrero-patronales o se comprometen a construir una carretera con ciertas características y, ya en proceso, todo lo cambian y se ganan verdaderas fortunas? ¿O de las que están en deuda con el país en asuntos tan vitales como el aeropuerto Juan Santamaría o los celulares?

Así que es preferible que aquellos que pontifican desde muchos lugares (el aula universitaria, los medios de comunicación, las cámaras) que el Estado no sirve para nada, se queden callados: saben muy bien que la mejor medicina para salir de pobres y hacerse millonarios es una receta estatal.

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