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¡Qué dicha!
Miss Comisiones Roxana Zúñiga Quesada
Últimamente, las semanas ya no parecen rosarios de siete días, con todo y letanías... (Arca de la alianza... y demás plegarias).
Son, más bien, vertiginosas montañas rusas... Pero no por el supuesto escándalo con muchachas moscovitas en que, presuntamente, se involucró nuestro embajador en la república del vodka.
Semejan el famoso juego en el que usted se monta y, al segundo, se siente peor que si lo atraparan tomándose la leche del bebé y robando la limosna de la iglesia.
Con los acontecimientos fluyendo a borbollones, los ciudadanos comunes y silvestres subimos y bajamos por los rieles de las noticias con la misma velocidad, ansia y temor que esa tortura mecánica.
Dicen que el ser humano es el único que paga por sufrir. Y cuando se mira la cartelera de teatro, de cine, y las sesiones del plenario legislativo, se da fe de ello.
Cada semana nos trae dolorosas revelaciones acerca del sida (el cáncer se queda corto) de la corrupción.
Por eso existe el alabado “Chorizómetro”, del que les hablé hace ocho. No sean mal pensados: juro que no cobro comisión por su venta.
¿Cómo funciona?
El aparato trae un exclusivo sistema de chips inteligentes que detectan los cambios en el estilo de vida. De una casa “clase media” en Desamparados, por ejemplo, a una en Valle del Sol.
De un humilde filósofo a un ganadero, con toro semental incluido. De un ingeniero tímido a un fugitivo con 157 mil dólares contantes, pero no sonantes, en la billetera.
Cuando eso ocurre, el aparato activa una luz, en señal de que ha nacido un nuevo chorizo.
También trae otro mecanismo para descubrir a quienes, aun teniendo mucho dinero, se dejan seducir por la belleza sexy de Miss Comisiones.
¡QUÉ DICHA que alguien lo dijo!: “No te fíes de la gente, piensa que los demás son más o menos como tú”, refrán.
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