Miércoles 20 de octubre, 2004. San José, Costa Rica.


Luis Miguel en concierto...

Campeonato Nacional 2004-2005


 

Foto Principal: 831268
Christopher Reeve
EFE/Al Día

¿Cómo dice?

Solomán

Ana Coralia Fernández

Así se llama un librito genial del periodista español Ramón García Domínguez. En él, cuenta una interesante historia donde en el Salón de la Justicia, sede de los Superamigos, un día aparece un nuevo héroe.

El novato no viste uniforme raro, ni vuela. No se hace invisible, ni se brinca los edificios de cinco en cinco. Es un hombre común y corriente. Es Solomán.

Christopher Reeve fue uno de los intérpretes más populares del legendario personaje Supermán, creado en la década de los 30. El actor vivió sus últimos nueve años seriamente afectado por una tetraplegia, secuela de un accidente de equitación.

Murió, el pasado 11 de octubre, a los 52 años. Su muerte me permite establecer una analogía entre la paradoja de representar a un ser fantástico, imposible, producto de la necesidad de sentirnos fuertes en medio de la crisis y el reto inexorable de enfrentar a la vida –o lo que quede de ella– con estoicismo y valor.

A Reeve no lo derrotó Lex Luthor, ni lo cuidó Luisa Lane. No. Se cuidó a sí mismo. Se levantó de la cenizas como el Fénix. Fue un ejemplo heroico para su familia, sus amigos y para toda la humanidad. Fue un verdadero Solomán.

No necesitó volar, ni usar su supervisión para desentrañar sus dolencias. No devolvió el tiempo para evitar lo inevitable, pero nos dio la posibilidad de asumir cada día como si fuese el último.

Nos recordó que la humildad y la dignidad no se pierden en un corazón noble. Nos hizo sentir que somos superhéroes por el solo hecho de existir. Y, sobre todo, hizo que la muerte, su muerte, fuera un hecho posible, esperable y parte inherente de la vida.

No murió como su personaje de caricatura, con la “ESE” rasgada, en medio de una lluvia infernal en los brazos de su derrotada Luisa.

Se fue, espero que volando, como debe hacerlo el impecable espíritu humano, cuando se despoja de este traje a prueba de todo que se llama cuerpo, y que no es vulnerable a la kriptonita, sino ante el hambre, la tristeza o la mezquindad.

Gracias, Solomán, por recordarnos que somos mortales y que, con ser lo que somos, es más que suficiente.

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