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Manuel Moas para /Al Día
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Un extraño suceso
Por Manuel Moas
Caía la tarde, cuando el abuelo aprovechó un momento de descanso para contarme una extraña historia de su niñez. Él, junto a otros compañeros, recogía café en Juan Viñas y, al terminar la faena, regresaba a casa cruzando una extensa montaña.
El abuelo disfrutaba mucho del recorrido porque escuchaba los jilgueros cantar y, algunas veces, veía los pavos volar o algún tepezcuintle asomarse por ahí.
Cierto día, un hecho muy extraño lo sacó de su rutina. Cuando había recorrido un poco más de la mitad del camino, escuchó unas piapias gritar estridentemente y, al llegar a un pequeño claro, se sentó en una gran piedra.
En ese momento, los pájaros callaron, pero, en cambio, escuchó un singular silbido detrás de él. Aunque al principio creyó que era de un animal, no pasó mucho tiempo para percatarse de que se trataba de un hombrecito muy pequeño, en harapos y sin zapatos, que sonreía y caminaba hacia atrás.
Entonces se acordó de un cuento sobre los duendes y que, según decían, algunos eran malos y caminaban sobre sus pasos para perder a la gente.
Sintió escalofríos y apenas pudo moverse para preguntarle: ¿Qué querés?
El hombrecito no contestó, volvió a silbar y siguió caminando hacia atrás. En ese instante, sintió una fuerza que lo empujaba contra el duende, pero algo muy conocido lo interrumpió. Mientras luchaba contra la corriente, oyó ladrar al perro de su casa, no estaba lejos, por lo que gritó con todas sus fuerzas: “¡Nerón, Nerón!”.
En ese instante, apareció Nerón que con su fiero semblante espantó al duende, quien se esfumó en el aire.
Mi abuelo no volvió a atravesar la montaña. A veces piensa que aquel viejo incidente, que apenas queda en su memoria para contarnos de vez en cuando, no fue más que un sueño de chacalín, pues no tiene otra explicación para tan extraño suceso.
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