Lunes 25 de octubre, 2004. San José, Costa Rica.


Luis Miguel en concierto...

Campeonato Nacional 2004-2005


 

Vistazo

Robar y dejar robar

José Luis Vega Carballo

Ante los recientes escándalos, vemos a algunos políticos del bipartidismo pregonando que no son corruptos, pues no han tocado los dineros provenientes del tráfico de influencias, solo los han visto pasar de cerca en manos de otros.

Sin embargo, el manejo de esos fondos en su derredor les ha acarreado ventajas en las campañas electorales y otras luchas por el poder. De ellos puede decirse lo de muchos viejos políticos liberales de principios del siglo XX: no robaron, pero dejaron robar; no hicieron, pero dejaron hacer.

Así, esos personajes sostuvieron diversos mecanismos de corrupción, y sus actuales semejantes han promovido la conversión de la plutodemocracia liberal en una vulgar cleptocracia, o régimen basado en la manía de unos pocos de saquear las arcas estatales.

Sin embargo, no debemos eximir de responsabilidad moral, política y legal a esos encumbrados señorones, bajo el débil argumento de que, por su mano, no robaron ni se beneficiaron directamente de dineros manejados en sus narices, y con su explícita o implícita aprobación, pues cuadran perfectamente con la corruptela clientelista y la transformación de la política partidista en toda una empresa delictiva.

Tampoco es aceptable la otra argumentación usual de muchos políticos-empresarios y empresarios-políticos, de que recibieron contribuciones privadas a sus campañas, así como comisiones por cumplir con su deber o desviarse del mismo, simplemente porque ésa es la costumbre y la costumbre hace ley.

Nada más erróneo que pretender escudarse en la costumbre para cometer actos encubierta o abiertamente ilícitos, a la sombra del poder. Una práctica espuria y moralmente reprochable jamás puede dar sustento a ley alguna, sino solo a las anti-normas, producto de los anti-valores predominantes en el actual sistema bipartidista.

Otra indigna tesis estriba en suponer que, a la par del mercado económico donde juega el dinero, hay otro similar e interconectado, que es el mercado de los votos, y en el cual es igualmente legítimo y conveniente invertir financieramente, a fin de comprar conciencias y decisiones de ciudadanos y círculos de poder (por ejemplo, juntas directivas), como si fueran mercancías a la venta.

Así, este neoliberalismo económico y político ve las elecciones como mercados abiertos para realizar fructíferas inversiones, donde no debe haber diferencia entre intereses o negocios privados y públicos, ni entre moral pública y privada. Es decir, un terreno donde el fin justifica los medios, bajo una libertad de comercio consagrada constitucionalmente, y definida como derecho de igual rango que otros derechos: el humano o el social.

Usando ésos y otros argumentos, la política oficial costarricense, impregnada por la vieja y nueva ideología liberal, ha subvertido la decencia, transparencia y legitimidad de nuestra democracia.

Urge, por ello, abatir de inmediato sus normas y valores mafiosos, presentados por sus anti-líderes y las fuerzas desleales a la democracia como si fueran regulares y legítimos, entre ellos, las libérrimas tesis de hacer y dejar hacer, robar y dejar robar.

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