Lunes 25 de octubre, 2004. San José, Costa Rica.


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Tribuna libre

El flagelo del hambre

Gloria Bejarano

Unos 840 millones de personas no tienen qué comer.

Cada 4 segundos, muere una persona por hambre, 25 por ciento de la población mundial padece hambre crónica, y 6 millones de niños fallecen anualmente antes de cumplir los 5 años, por falta de alimentación.

No estoy segura de si la producción mundial de alimentos alcanzaría para todos. Pero sé que hay desperdicio y, para mantener los precios de ciertos productos, los “sobrantes” de alimentos se arrojan al mar.

Aquí he visto a niños con hambre comer del basurero, y, aunque ellos solo signifiquen una estadística para las ciencias económicas, esa situación debe ser motivo de dolor y angustia para todos nosotros.

La desnutrición y el hambre están presentes en la mayoría de los países, pero pocos pueden enfrentar este flagelo con éxito.

Hace un tiempo, gracias a un sacerdote, se realizó un programa de recolección de alimentos en algunas ciudades de los Estados Unidos y México, que proporciona toneladas de comida a indigentes y familias de muy escasos recursos.

El programa consiste en visitar mercados, restaurantes y servicios de catering, para que donen los alimentos que desechan, aunque en buen estado, pues no van a ser consumidos por nadie.

Los llamados restaurantes de comidas rápidas tiran los productos que no han sido vendidos en cierto tiempo, para garantizar su frescura. En los mercados, cuando entra la remesa de productos frescos, desechan los que están majados, aunque no necesariamente descompuestos. Y los supermercados retiran todo producto cuya fecha de vencimiento esté próxima.

Una ONG se encarga de recolectar los productos en centros de acopio, donde los mismos beneficiarios alistan los alimentos para prepararlos y repartidos.

Se quitan las hojas feas de la lechuga, y el resto se mezcla con los pedazos de tomate que no están dañados. Se van sumando productos: un vaso de leche que vence ese día, o una lata de atún que venció ayer, se revuelve con un poco de pasta cuyo envase estaba arrugado, y se sirve en los comedores del centro.

Tendemos a creer que nuestra patria está libre de este flagelo, pero hay hambre en los niños de la calle y en los indigentes, para los que una ayuda como ésta sería una bendición.

Muchas asociaciones están en busca de un buen proyecto. ¿Por qué no hacer algo así?

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