Perspectivas
Una vieja con colorete José Meléndez
Con el descalabro político de los últimos meses por el estallido de escándalos de corrupción, es hora de definir hacia dónde llevar a Costa Rica.
Los detalles de los escándalos ya son secundarios: si se descubre que algún bravo lobo de mar entregó esto o aquello por un favor, o si un famoso hidalgo se “chima” por el roce de un dinerillo, pues los tribunales decidirán el castigo.
Lo que de verdad debe preocuparnos, y mucho, es el futuro del país, porque, durante y después de los escándalos, Costa Rica sigue su marcha, mientras los desafíos socioeconómicos son muchos y no dependen de que los corruptos sean encarcelados o no.
Para empezar, lo correcto y sensato sería que, por voluntad propia, y reconociendo el inmenso daño que se le ha provocado a la Patria en los últimos años, el PUSC y el PLN entiendan que es hora de morir y decreten su fin, su disolución. Y que otros partidos, que se dicen opción nueva, también se autoliquiden, pues de ellos no esperamos nada. Esos “otros” deben saber que los ticos ya no apostamos a esas ofertas, ni por un viaje sin norte subido a un coyote, ni creemos en sindicatos sin brújula ni en empresarios en cápsula.
¿Qué resolverá Liberación Nacional, si sigue vivo y gana las elecciones presidenciales del 2006, con don Óscar Arias? Nada, porque don Óscar no tiene hoy, y tampoco tendrá en el 2006, ni el suficiente poder político y ni la fortaleza física para resolver las cosas. Si los partidos (todos) se niegan a morir, el escenario legislativo 2006-2010 será tanto o más caótico y dividido que el actual, y no habrá consenso ni para aprobar un minuto de silencio.
¿Qué hacer? Pues sencillamente entender que el sistema colapsó y sufre una profunda e irreparable ruptura. Aceleremos la ruptura, ojalá por vías pacíficas, pero no descartemos –entendámoslo así de claro– que quizás surjan otras rutas más dolorosas. (Doloroso ha sido para todos los ticos sufrir ante la “desplumada” de las arcas estatales)
En 1948, cuando se produjo otra ruptura, había un elemento clave que hoy está ausente del debate político: la Iglesia Católica, en la figura controversial de Monseñor Víctor Manuel Sanabria.
En el 2004, la Iglesia está golpeada por líos que, como los de abuso sexual que involucran a algunos sacerdotes, le han quitado protagonismo en las circunstancias actuales.
¿Podrá resolver algo la clase política con las mismas estructuras de los últimos años? No. Es como ponerle colorete a una vieja para que aparente ser joven. Al final de cuentas, será la misma vieja.
Por eso, la ruptura sí nos dará la respuesta sobre la ruta a seguir.
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