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Aflicción
Cuerpos de los rehenes de Beslan aparecen tendidos en el suelo, en el depósito de cadáveres en Vladikavkaz, Osetia del Norte, mientras personas desesperadas intentan identificar a sus familiares.
EFE/Al Día
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Beslan entierra a sus muertos
Rusia contabiliza 335 víctimas
Beslan, Rusia/ EFE y AFP. Las familias de las víctimas del secuestro en la escuela de Beslan, en el Cáucaso ruso, enterraron ayer a algunos de sus seres queridos, mientras continúa aumentando el balance de la tragedia, que se eleva ya a 335 muertos, sin contar a los miembros del comando.
Según las autoridades rusas, tres personas fueron detenidas por fuerzas de seguridad bajo sospecha de vinculación con el comando terrorista que secuestró a las personas que estaban en la escuela.
Las agencias de seguridad aún intentan determinar si los detenidos participaron directamente en el secuestro o actuaron como cómplices de los terroristas.
Las primeras ceremonias religiosas donde se enterraron a 18 víctimas, casi todas según el rito cristiano ortodoxo, religión mayoritaria en Osetia del Norte, fueron oficiadas en Beslan.
Tumbas improvisadas, coronadas con estacas de madera blanca, fueron cavadas en un campo preparado apresuradamente.
El balance oficial de la tragedia ascendía a 335 muertos, de los cuales casi la mitad son niños, pero el jefe de la célula de crisis Lev Dzugayev, reconoció que aumentará.
Una trabajadora de la morgue de Vladikavkaz, la principal de Osetia del Norte, afirmó que ya había contabilizado 394 cadáveres, información que no ha podido ser verificada. Mientras, una lista con más de 200 desaparecidos circula en esa república caucásica.
“Algunos cuerpos están tan mutilados que sus familiares no consiguen identificarlos”, añadió la empleada de la morgue, que no quiso dar su nombre. Dolor Un centenar de cuerpos, en su mayoría de niños calcinados, algunos desfigurados por las explosiones, reposan en el suelo del patio de la morgue de Vladikavkaz.
Muchos yacen desnudos, en camillas, bajo plásticos transparentes, un trapo blanco arrojado sobre la mitad del cuerpo. Otros están cubiertos por telas plastificadas negras o plateadas. Se siente un fuerte olor agrio y dulzón, insoportable.
Las familias llegan y reciben una mascarilla higiénica y guantes de caucho. Luego comienzan a pasar de un cuerpo a otro levantando con prudencia los plásticos y las sábanas como si no quisieran molestar a los difuntos.
“Tenemos una familia de nueve niños. Hemos identificado dos cuerpos y hallamos a uno de los varones de seis años. Perdió un ojo, pero está vivo Y los otros seis, ¿dónde están? Llegamos aquí el sábadp. Ayer en la mañana volvimos a mirar los cuerpos, pero no hemos podido encontrarlos. Y tampoco están en los hospitales”, dice una mujer, paralizada por el dolor. Una joven llora en brazos de una amiga que ya no intenta buscar palabras para consolarla y sólo le da suaves palmadas en la espalda.
Otra, con mucha serenidad, pregunta a los periodistas si no han visto listas de heridos en internet.
“Estoy buscando a mi sobrina de 12 años. Vine también a la morgue el sábado y el domingo he vuelto a mirar y no la encuentro. No figura tampoco en la lista del hospital de Beslán”, dice.
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