Lunes 6 de septiembre, 2004. San José, Costa Rica.


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Ni siquiera fútbol...
Los hermanos David (izquierda) y José Miguel Gutiérrez, de 18 y 21 años, eran amantes del fútbol y desde la tragedia el último no juega y el primero lo hace solo por 10 minutos.
Rafael PACHECO/Al Día

Hermanos baleados sufren secuelas

Heridos por error policial hace más de tres años

Gilda GONZÁLEZ

Cuando los hermanos José Miguel y David Gutiérrez Benavides fueron heridos por equivocación, en un violento ataque de carro a carro por parte de dos policías de tránsito y tres de la Fuerza Pública, su sobrevivencia parecía muy lejana. Aferrados a la vida, a sus 17 y 14 años, respectivamente, soportaron los daños sufridos.

Hoy, casi tres años y medio después de esa fatal noche del 3 de marzo del 2001, José Miguel tiene 21 años y David 18.

Además:

  • Juventud truncada
  • Su caso no ha ido a juicio, ninguno ha sido indemnizado por lo ocurrido y su salud está resquebrajada.

    El mayor recibió un disparo en la parte de atrás de la cabeza y aún tiene la bala incrustada.

    Los médicos fueron en aquel momento muy claros con su madre, Aurora Benavides Martínez: “Si se la sacamos, lo probable es que no sobreviva”.

    “Se me olvidan mucho las cosas. Todos los días me duele mucho la cabeza, paso muy mal. No he te nido plata para hacerme un examen de la vista”, dice José Miguel, en su casa en San Felipe de Alajuelita.

    No se siente capacitado para trabajar y cuando lo contratan, no dura más de tres días por sus problemas de la cabeza.

    “Era muy alegre. Me quitaron algo que nunca me van a dar. Dejo todo en manos de Dios. Fue injusto e inhumano lo que hicieron”.

    Su hermano David fue baleado en el tórax, lo que le provocó una complicada cirugía en el abdomen. La bala le hizo siete perforaciones en los intestinos grueso y delgado. Le tuvieron que eliminar más de un metro de cada uno. También sufrió de trombosis venosa profunda en la pierna derecha.

    La cirugía le provocó ahora una hernia y el problema de la pierna le causa fuertes dolores y evidente dificultad para caminar.

    “El abdomen me duele mucho. No puedo alzar más de 50 kilos. Tengo que usar medias ortopédicas todos los días, pero no hemos tenido la plata para comprar. Cuestan ¢23 mil y las debo cambiar cada tres meses”, relató David.

    Ninguno de los dos muchachos ha tenido seguro social después de lo ocurrido, por lo que no tienen control médico.

    Su madre dice que no tiene el dinero para pagarles médico.

    “El padre de ellos no ha querido darles seguro y yo tengo que atender a mi hija menor, que es parapléjica”, narra doña Aura.

    Noche tormentosa

    Sus vidas cambiaron esa noche del 3 de marzo, cuando los hermanos, miembros de una familia de cinco hijos, habían decidido ir a jugar fútbol sala.

    José Miguel no recuerda nada por los problemas de memoria que enfrenta. Su hermano David narra los hechos como si hubieran ocurrido ayer.

    “Salimos del gimnasio de barrio Cuba donde jugamos fútbol salón. Íbamos en el carro de un amigo llamado David y su hijo Ángelo, de 5 años. De repente, un carro nos comenzó a perseguir. Estaba muy oscuro. Después eran dos carros. Cuando escuché fueron balazos”.

    El conductor, David Calderón, creyó que se trataba de un asalto y aceleró el carro hasta llegar a su casa en Paso Ancho.

    Según las declaraciones de las víctimas, que constan en el expediente, los oficiales les dispararon en toda la persecución. En el camino, las balas alcanzaron a David, quien iba en el asiento trasero y cubría con su cuerpo al pequeño Ángelo.

    A José Miguel le dispararon una vez que el carro se había detenido frente a la vivienda de Óscar.

    Los policías imputados en esta causa dijeron que habían creído que se trataba de un vehículo al que las autoridades perseguían por ligarlo a un asalto en Cartago.

    Ellos son de apellidos Monge, Castillo, Chaves, Aguirre y Fonseca. Todos están libres.

    José Rafael Mesén, abogado de los hermanos, insiste en que el Estado tiene que indemnizar a los muchachos por las secuelas tan graves que les dejó la actuación de los policías.


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    “No tengo posibilidades”
    Aura Benavides Martínez, madre de los muchachos, no cuenta con los medios para llevar a sus hijos al médico que les atienda los daños causados por las heridas de bala.
    Rafael PACHECO/Al Día

    Juventud truncada

    “Mi vida cambió drásticamente. No volveré a ser el mismo, lo único que busco es estar aislado. Cambié hasta con la gente. Me da por enojarme con la gente y yo no era así... En las noches casi no veo, veo muy borroso. No puedo tener trabajo y menos plata, para que me vea un doctor”.

    José Miguel Gutiérrez, de 21 años, dice que no es el mismo.

    Después del accidente, el único consuelo que tiene es el optimismo de su hermano David, de 18.

    “Yo le digo a mi hermano que si Dios nos dejó con vida, es porque nos tiene un propósito de vida. No somos normales, pero no podemos desmotivarnos”, señala David, sin dejar de mirar a su hermano, quien de pronto se queda como ausente de la conversación.

    “Ojalá que el abogado salga adelante. Es el único que nos puede ayudar a que las personas que nos hicieron esto respondan”, añade David.

    La sencillez de estos muchachos y la de su madre, así como la lentitud en el Poder Judicial, los ha dejado esperando tres años y medio para que el caso llegue a juicio.

    Según explicó el abogado José Rafael Mesén, están a la espera de que los citen a la audiencia de conciliación entre las partes y ver si los cinco policías imputados (dos de Tránsito y tres de la Fuerza Pública) deciden indemnizarlos.

    “Al menos con dinero podemos atendernos”, dicen los hermanos.

    Y es que José Miguel, el mayor de los hijos, era quien le aportaba dinero a su madre, quien se dedica a limpiar casas algunos días a la semana.

    Trabajaba en un taller de soldadura y no pudo volver.

    En el momento del accidente, David cursaba el sétimo año en el Colegio Ricardo Fernández, de San Sebastián. Por su precario estado de salud lo perdió.

    Volvió y ahora cursa el noveno año.

    “Siempre amé el fútbol... Antes de que nos pasara eso quería meterme a jugar con la infantil del Saprissa, siempre trataba de jugar fútbol. Después no pude hacerlo. Cuando voy a jugar puedo hacerlo solo por 10 o 15 minutos: Me canso, me duele y me agoto... apenas tengo 18 años”, manifiesta David.

    Según explica la madre de las víctimas, ha tratado de buscarles algún seguro que los cubra para que los atiendan en hospitales públicos, pero ha sido infructuoso.

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