Perspectivas
¿En qué cara me persigno? José Meléndez
Con los graves casos de corrupción que se han destapado en los últimos meses en Costa Rica, una pequeña pero simbólica frase comienza a ganar terreno en las conversaciones rutinarias entre costarricenses: no hay cara en que persignarse.
A veces, o mejor dicho, siempre, la frase va acompañada de un término muy fuerte, pero muy preciso, para referirse a los protagonistas de los diversos escándalos que nos golpean.
No creo equivocarme al asegurar que los costarricenses nos sentimos engañados, defraudados, engañados, por una clase política que durante años--y no solo ahora--se ha dedicado a ordeñar las arcas estatales y a exprimirles hasta el último cinco.
Por eso, cuando los ticos nos sentamos a hablar con nuestros familiares y amigos, nadie se extraña de que después del famoso “pura vida” del saludo inicial, ahora se añada una larga lita de graves calificativos para iniciar, de inmediato, el monotema de la temporada: la corrupción.
¿Podremos estar pura vida, cuando observamos, estupefactos, que la Caja del Seguro Social se tambalea ante la amenaza de ser “desplumada” por un grupo de inescrupulosos, mientras miles de costarricenses deben soportar el calvario de largas filas para que les receten una aspirina o les digan que deben esperar un año para una intervención quirúrgica?
¿Podrá estar pura vida un tico desempleado y que es responsable de alimentar y educar a una familia (hijos, esposa, madre), cuando se da cuenta de que los de arriba se aprovechan de sus amigotes en posiciones importantes?
Mucho cuidado. Esos ticos desesperados, junto con cientos de miles a los que no les alcanza para sostener a su familia, son una mayoría silenciosa que en cualquier momento puede estallar y cobrarse las facturas sociales pendientes.
¿Podremos estar pura vida, cuando nos encontramos con que los celulares funcionan a medias, las calles son un calvario de huecos, la basura se acumulan en montañas en los barrios o los servicios públicos son deficientes, mientras las cuentas bancarias de algunos personajes se llenan de dólares, en medio de un intenso tráfico de influencias?
Cuando uno observa el panorama en la clase política, o lo que ocurre en algunos ámbitos religiosos y en sectores que supuestamente son defensores de la niñez y enemigos de la explotación sexual, llega fácilmente a una conclusión: no hay cara en que persignarse.
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