Sábado 02 de abril, 2005. San José, Costa Rica.



 

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El Papa muere sereno en su habitación

Ciudad del Vaticano, sábado 2 de abril (AFP). El Papa Juan Pablo II se apagó este sábado en la gran cama blanca de su diáfana habitación con vistas a la plaza San Pedro del Vaticano.

Era el último deseo de Juan Pablo II. "No morir entubado en los meandros de un hospital, sino terminar sus días con dignidad como Pontífice Romano. En su habitación. Con la ventana frente a la plaza de San Pedro", escribió el vaticanista del diario La Repubblica, Marco Politi.

El portavoz de Juan Pablo II, Joaquín Navarro Valls, confirmó que el Papa, consciente de la gravedad de su enfermedad, quiso permanecer en su habitación, arropado por sus allegados y por los miles de fieles que rezaron por él al pie de su ventana, en lugar de regresar a su apartamento del policlínico Gemelli, donde fue hospitalizado dos veces desde el 1 de febrero.

Los aposentos privados del Pontífice están situados en el tercer piso del Palacio Apostólico desde que Pío XI decidió trasladarlos en 1903.

Completamente reformados en 1964 durante el papado de Pablo VI, son funcionales, cómodos y acogedores pero menos lujosos que los históricos salones donde el Papa recibió a sus invitados ilustres durante sus casi 27 años de Pontificado, de sobra conocidos por la televisión.

Los apartamentos, a los que se accede por un vestíbulo, incluyen un salón, una biblioteca privada, una oficina para Monseñor Stanislaw Dziwisz, el fiel secretario particular de Karol Wojtyla desde que éste fuera obispo de Cracovia, y que controlaba el acceso al estudio privado del Papa.

Además de una capilla privada y un comedor, en la esquina del imponente palacio, iluminado por tres ventanas, se encuentra el dormitorio, al lado del cual se instaló un ambulatorio.

"La cama del Papa se encuentra prácticamente en medio de la gran habitación. Una gran cama cubierta con sábanas blancas. Todo era blanco", explicó este sábado a la prensa el cardenal italiano Mario Francesco Pomppedda, del Consejo Pontificio para los textos legislativos, quien rindió una última visita a Juan Pablo II el viernes al mediodía.

"El Papa reposaba sobre unos almohadones, ligeramente recostado sobre el lado derecho. Su secretario y una monja estaban sentados en unos sillones frente a él. Unos aparatos, que sostenían las perfusiones en torno a las cuales se afanaban dos enfermeras, estaban situados a ambos lados de la cama", contó.

"Sonreía con la mirada" y "no mostraba ninguna señal de sufrimiento, a pesar de que su respiración era difÍcil. Pero no se quejaba. No tuve la impresión de ver a un agonizante", afirmó.

Contadas son las personas que pudieron gozar de este privilegio, pero todas ellas coincidieron en que el Papa encaró tranquilo sus últimos instantes terrenales sin el ajetreo y la frialdad de un hospital.

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