Viernes 08 de abril, 2005. San José, Costa Rica.



 

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AFP/Al Día

Ataúd de Juan Pablo enterrado en el Vaticano

Ciudad del Vaticano, (AP). La avenida que desemboca en la Plaza de San Pedro estaba repleta de peregrinos que aguardaban el comienzo de la homilia en homenaje al papa Juan Pablo II. Cuando esta dio comienzo, un silencio sepulcral se apoderó del lugar, seguido instantes después por un grito al unísono de los cientos de miles de fieles: Santo!, Santo!, Santo!

Inclusive antes de su entierro el viernes, los dolientes le pidieron a la Santa Sede la canonización de su primera figura de carácter global. El cántico de Santo! retumbó en toda la Plaza de San Pedro, donde los hombres poderosos del planeta, así como miles de fieles se reunieron para darle el último adiós a Juan Pablo II.

Algunas personas portaban pancartas en las que se leía Santo Subito ( De inmediato Santo).

No estoy aquí sólo para rezar por él, sino para rezarle a él, porque creo que es un santo, dijo Therese Ivers, una estadounidense de 24 años.

Varios millones de personas observaron la ceremonia en pantallas gigantescas de vídeo instaladas en plazas romanas y en el Circo Máximo, donde un grupo de jóvenes lucía camisas con la leyenda Los muchachos del papa Juan Pablo el Grande.

Yo tenía un afecto especial por este Papa porque amaba a todo el mundo de todas las religiones, comentó Alex van Arkabie, que vino de Sri Lanka y rezaba el rosario con devoción.

En el resto del mundo, decenas de millones de personas siguieron el funeral desde el sillón de sus casas, o acudieron a iglesias, estadios de fútbol o plazas donde se retransmitió la ceremonia en pantallas gigantes. Lloraron, cantaron y aplaudieron al auto proclamado papa peregrino, quien durante su papado llevó el mensaje de paz y tolerancia a todos los rincones del planeta.

En la Plaza de San Pedro, sobre el féretro de ciprés del Pontífice reposaba el evangelo junto con una cruz y una M en honor a la Virgen María. Una leve brisa levantó las páginas del evangelio y recorrió las capas rojas de los cardenales, así como los turbantes, peinetas y pañuelos que llevaban lo líderes del mundo y sus acompañantes.

El servicio fúnebre comenzó con el canto gregoriano Concédele descanso eterno, Señor. Cardenales con mitras blancas entraron a paso solemne en la plaza, con sus capas escarlatas al viento. Sobre el féretro se depositó un ejemplar de los Evangelios.

El cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio de Cardenales, confidente de Juan Pablo y uno de los candidatos a sucederle, aludió a nuestro fallecido y amado Papa en una homilía que recordó la vida de Juan Pablo como operario de fábrica en la Polonia ocupada por los nazis hasta su consagración a la cabeza de mil millones de católicos en el mundo.

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AP/Al Día

Interrumpido por los aplausos al menos diez veces, el habitualmente impasible cardenal alemán a duras penas pudo contener las lágrimas cuando recordó una de las últimas apariciones públicas de Juan Pablo, cuando bendijo a los fieles el domingo de Pascua desde la ventana de sus aposentos.

Podemos tener la seguridad de que nuestro amado papa está hoy a la ventana de la casa del Padre, y que nos ve y nos bendice, dijo ante el aplauso del público, incluyendo los prelados, mientras señalaba la ventana del tercer piso del edificio apostólico que da a la plaza.

Hoy enterramos sus restos en la Tierra como germen de inmortalidad: nuestros corazones están acongojados, aunque al mismo tiempo llenos de gozosa esperanza y profunda gratitud, dijo Ratzinger.

Agregó que Juan Pablo, que fue titular de la Iglesia católica durante 26 años, fue sacerdote hasta el fin y agregó que ofreció su vida por Dios y por su grey, especialmente en medio del sufrimiento de sus últimos meses.

Ratzinger fue interrumpido una vez más hacia el fin de la misa por varios minutos de vivas y gritos de Giovanni Paolo Santo!, justo antes del cántico de la Letanía de los Santos.

Los mandatarios de 138 países escuchaban atentamente, reflexionando en las mezclas de fe y culturas que Juan Pablo abordó durante su papado de 26 año: judíos, árabes, obispos ortodoxos, asiáticos y occidentales se congregaron en un mismo lugar para despedir a una sola persona.

En un gesto que el Papa hubiera aplaudido, el presidente israelí Moshe Katsav dijo que estrechó las manos y dialogó brevemente con los líderes de las naciones archienemigas de Israel, Siria e Irán.

Las campanas doblaron y las delegaciones tomaron sus asientos. La misa duró dos horas y media.

La multitud rompió en aplauso en la plaza barrida por el viento matinal cuando el sencillo féretro salió de la basílica y fue depositado al pie del altar para la misa.

El Vaticano precisó que el entierro, al que asistieron prelados y miembros de la casa papal, tuvo lugar a las 14.20 (12.20 GMT) cerca de la tumba tradicional del apóstol San Pedro, el primer Papa.

Una vez depositado en la gruta de la basílica, el féretro fue cerrado definitivamente con sellos papales y del Vaticano. Fue colocado dentro de otro féretro de cinc y un tercero de nogal. Este lleva inscrito el nombre del Papa, su cruz y su escudo de armas.

Este servicio fue presenciado por altos prelados del Vaticano. El camarlengo, cardenal Eduardo Martínez Somalo, presidió el rito que concluyó con las palabras: Señor, concédele descanso eterno, y que la luz lo ilumine para siempre.

La ciudad de Roma se paralizó. El viernes por la mañana, apenas pasada la medianoche, entró a regir un cierre de tránsito vehicular. El espacio aéreo se cerró.

Las autoridades italianas tomaron precauciones extraordinarias para proteger a mandatarios y peregrinos. Dignatarios de más de cien países se hicieron presentes, entre ellos los presidentes de Irán y Siria, además de líderes judíos y musulmanes.

La muerte del Papa el sábado desencadenó una muestra de afecto en el mundo, que se tradujo en una catarata humana de unos cuatro millones de personas que vinieron a Roma.

Por lo menos 300.000 personas colmaron la Plaza de San Pedro y la Via della Conciliazione hasta el río Tíber, donde hacían flamear enseñas de distintos países o leyendas religiosas. Algunos carteles reclamaban Santidad inmediatamente.

Los funerales en el sigo XIX por Mohandas Gandhi de India, Mao Zedong de China o el Ayatola Ruhollah Jomeini de Irán movilizó a millones de personas, pero carecieron de la presencia de tantos líderes mundiales.

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