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Multitud
Cientos de miles se reunieron ayer minutos antes del entierro de Su Santidad en la Plaza de San Pedro en El Vaticano, para dar el último adiós a Juan Pablo II.
AFP/Al Día
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"Santo, santo, santo"
Conmovedor adiós a Juan Pablo II
Ciudad del Vaticano/AFP. El Papa Juan Pablo II reposa desde ayer en la cripta de la Basílica de San Pedro, tras un histórico funeral, presenciado en directo o por televisión por millones de personas que le dedicaron una emotiva despedida de santo.
El Pontífice más carismático y viajero de la historia recibió el último tributo en una multitudinaria misa, que consiguió reunir a los más humildes con los poderosos de este mundo, entre ellos el presidente estadounidense George W. Bush, el iraní Mohamad Jatami, el brasileño Luiz Inacio Lula da Silva y el rey Juan Carlos de España.
"¡Santo, santo, santo!", corearon durante muchos minutos los cientos de miles de devotos y peregrinos de todos los orígenes, colores y religiones, jóvenes en su mayoría, que abarrotaron la plaza de San Pedro del Vaticano, tapizada con los colores rojo y blanco de su Polonia natal.
Juan Pablo II "nos ve y nos bendice", afirmó en su homilía el cardenal alemán Joseph Ratzinger, decano del colegio cardenalicio y quien presidió la misa de dos horas y media en el atrio de la Basílica, ante la mirada llorosa del secretario personal del Papa, monseñor Stanislaw Dziwisz, quien a lo largo de 40 años fue como su hijo.
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Sagrado
El ataúd que cargó el cuerpo de Juan Pablo II fue llevado, junto con el libro del Evangelio, en la Capilla de San Pedro en el Vaticano. Al sepelio asistieron los líderes de más de 100 naciones y una multitud de dolientes que despidieron a uno de los pontífices más queridos.
AFP/Al Día
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"Desde la ventana de la casa del Señor, nos ve y nos bendice", agregó el cardenal, recordando la bendición pascual que el Papa impartió desde la ventana del Palacio Apostólico del Vaticano seis días antes de su muerte, ocurrida el pasado sábado a los 84 años, tras una larga agonía de la que el mundo entero fue testigo.
Ante el altar rojo y oro, posado en el suelo sobre una alfombra oriental, yacía el sencillo féretro de madera clara de ciprés, con una cruz y una "M" de María grabadas en la parte superior, una sobriedad que contrastaba con la grandiosidad del acontecimiento.
Sobre este primer ataúd, estaban los santos Evangelios, cuyas páginas fueron revueltas por el viento en esta nublada y fresca mañana primaveral, mientras los coros de la Capilla Sixtina y del "Matter Ecclesiae" entonaban emotivos cantos gregorianos.
La misa fue concelebrada por 160 cardenales, cuyos paramentos formaban una barrera de color púrpura a la izquierda del altar.
Frente a ellos, se advertía una enorme mancha oscura, formada por el nutrido grupo de mandatarios, vestidos en su mayoría de estricto luto: los hombres con traje oscuro y las mujeres con mantilla o sombrero cubriéndoles la cabeza.
Entre numerosos reyes, reinas, presidentes y primeros ministros de las cerca de 200 personalidades asistentes, destacaban los mandatarios de Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua y Panamá. Las autoridades italianas pusieron en marcha "un dispositivo de seguridad sin precedentes" y movilizaron a 40 mil personas, entre ellos 10 mil agentes de seguridad, para este día histórico que se cerró sin incidentes.
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Doloroso
Una mujer polaca expresó su dolor ante miles de dolientes polacos, quienes desde una pantalla observaron el entierro de Juan Pablo II desde Wadowice, ciudad natal de Su Santidad.
AFP/Al Día
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El grande
Durante el sepelio ayer del Papa Juan Pablo II, un grupo de italianos exhibía una enorme pancarta, pidiendo que el Sumo Pontífice pronto sea convertido en santo.
AFP/Al Día
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Un adiós de fe
La mañana de ayer Magally BATISTA, enviada
mbatista@aldia.co.cr
Ayer viví aquí una jornada imborrable en mi vida.
Roma no durmió. La gente se desbordó en peregrinación e inundó las calles. La fila rumbo a la Plaza de San Pedro, se abrió, desde las 6:30 p.m. de anteayer a los peregrinos.
La vía pública es una gran casa temporal y refugio de cientos de miles --de dos a cuatro millones se estima-- de peregrinos que, casi congelados, se aferran a su sitio.
Aunque la mañana calienta tímidamente a las 8:30, el día es frío, luego hay lluvia.
Las aceras se visten de negro con el paso de sacerdotes y policías que visten trajes de igual color. Ese luto profundo contrasta con los colores de las banderas de muchos países.
Érika Toscano y Kaesiy Guamán, de Perú, sueñan con llegar hasta la Plaza. No se detienen pese a dormir en la calle, sin abrigo y sin comida. Todo es nada para dar el último adiós a Juan Pablo
Son las 9 de la mañana y la tromba de peregrinos llega.
Miles elevan sus voces al son de las guitarras. Hay una avalancha de cantos y palmas.
María Lépiz, de México, lleva un pequeño radio, para no perderse detalle de la homilía del cardenal Joseph Ratzinger.
"¿Te confesaste?", le pregunta Floribel Solano, de Colombia, a su amiga, Elsa Camacho. "!Claro!", responde su compañera. Centenares de sacerdotes dan la comunión.
Millares, yo también, acudimos a comulgar.
Son las 10 de la mañana y el toque de las campanas y la música sacra dan comienzo al funeral. El féretro de ciprés de Juan Pablo II llega con una pequeña cruz, un libro de Santos Evangelios y una M --de María-- sobre su tapa. Una ola de aplausos, banderas y devoción estremecen a la Plaza. ¡Santo ya! Sigo aquello con el corazón. La mirada es interna.
Reina el orden, el respeto.
El canto del salmo 23: "El Señor es mi pastor.." nos agita. Los polacos ondean con fuerza sus banderas. Los peregrinos gritan "Santo ya". Y pancartas piden su canonización. Los aplausos no cesan. Se hacen sentir mucho más cuando los cardenales rodean el féretro para la consagración.
Un coro canta. "Dios me ha bendecido por comulgar en este momento", me dice Ada Campos, de Chile. La ceremonia acaba y el féretro es llevado en procesión.
En el ambiente se espera una señal divina, dicen algunos peregrinos a mi lado. Otros creen que unos retumbos escuchados vienen del cielo, aunque provenían del sistema de sonido. Hay lluvia, hay frío, hay luto.
Un incesante aplauso intenso despide a a Juan Pablo. Nos carcome hasta los huesos y nos anuda la garganta.
Soy testigo de un momento histórico. Soy testigo de una jornada imborrable.
Alrededor del mundo
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En primera instancia, el ataúd con el cuerpo de Juan Pablo II fue sacado de la Basílica de San Pedro para colocarlo frente al altar que se ubicó en las afueras de la iglesia, momentos antes de empezar el funeral.
AFP/Al Día
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En un rezo masivo, cientos de católicos se dieron cita también en la Capilla de las "Apariciones" en Fátima, al norte de Lisboa, como medio para pedirle a Dios por el alma del Santo Padre.
AFP/Al Día
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Una mujer polaca mostró su dolor ante una pantalla gigante que transmitió el entierro del Papa Juan Pablo II en la ciudad de Wadowice. Los miles de fieles polacos asistieron a misas especiales que se organizaron en Varsovia y Wadowice.
AFP/Al Día
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Encima del féretro, los prelados colocaron una copia de los Evangelios, cuyas páginas fueron agitadas por el viento, mientras un coro entonaba el himno gregoriano "Concédele, Señor, el descanso eterno".
AP/Al Día
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Una niña cristiana pakistaní en el momento de participar en una procesión en la ciudad de Karachi. Millones de personas alrededor del mundo le rindieron tributo al líder religioso.
AFP/Al Día
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