Sábado 09 de abril, 2005. San José, Costa Rica.



 

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Indagación
El OIJ investiga las causas que provocaron la muerte de Etiel Marchena (foto inserta), de 71 años, quien murió carbonizado en la cabina de un camión, el jueves. Ayer, a las 3 p.m., todavía las cenizas estaban calientes.
Alexánder OTÁROLA/Al Día

Hombre muere carbonizado

Tragedia sacude a Cartagena, Guanacaste

Érick CARVAJAL MORA, enviado

Cartagena de Santa Cruz, Guanacaste.- Óscar Marchena vio humo negro y corrió con todas sus fuerzas, eran las 2:30 p.m. del jueves y cuando llegó al camión donde estaba su padre, Etiel Marchena Briceño, de 71 años, ya no había nada que hacer: las llamas consumían la cabina.

Desesperados, fueron en busca de ayuda, pero estaban muy lejos y no había agua, ni forma alguna de traerla para salvar a su padre.

"Mi papá no podía caminar, tampoco movía sus brazos y por eso no pudo salir a tiempo, las llamas quemaban su cuerpo ante nuestros ojos, no puedo describir lo que sentía en ese momento", dijo Óscar Marchena, ayer, a las 2.30 p.m., en su casa en Cartagena, mientras esperaba la llegada del cuerpo de su padre.

El OIJ investiga la muerte de Etiel, pero todavía no tiene una respuesta clara de qué pudo haber pasado, ni cómo llegó el fuego hasta la cabina del camión.

Sin embargo, Óscar piensa que su padre, a quien le gustaba fumar habría intentado prender un cigarrillo y como no podía mover bien sus brazos, el fósforo o el cigarro prendidos, cayeron dentro de la cabina.

Etiel quedó en silla de ruedas luego de que hace 30 años fue operado en el Hospital México de una hernia. "Fue perdiendo su capacidad de caminar luego de la operación, fue muy extraño porque perdía la fuerza en sus piernas y se caía al suelo, hasta que un día no pudo dar un paso más", explicó Marchena.

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Etiel Marchena/Al Día
Día normal

Aquel jueves fue un día normal. Etiel se despertó temprano para esperar a Óscar, el hijo que desde hace muchos años lo baña, lo alimenta y ve por él.

Marchena llegó temprano y desayunaron. Montó a su papá en el camión y se fueron a ver un ganado.

A raíz de la mala situación de la agricultura, Etiel había decidido mejor dedicarse a la ganadería y tenía una finca con varias cabezas de ganado.

Junto con su nieto, Luis Fernando, se fueron a la finca a ordeñar y a cuidar el ganado que tiene la familia. De regreso a la casa, vieron como en una finca vecina había un incendio.

Entonces Óscar detuvo el carro a un lado del camino, en una sombra para que su padre no sufriera alguna quemadura por el sol.

Se bajó con su sobrino y fueron a ver lo que pasaba. "Regresamos al carro y me senté en la cabina y mi sobrino se acostó debajo del camión", contó Marchena.

Al poco rato pasó una vecina, Gilda Guevara, con una niña y se quedó hablando con mi Etiel. El fuego continuaba en la finca vecina, entonces Óscar decidió volver para ver si lo podían apagar.

"Lo dejé escuchando las noticias por radio y me fui. Doña Gilda se fue porque la niña le empezó a pedir agua y fue en ese momento que mi padre se quedó solo", explicó Marchena.

Luego de varios minutos de luchar contra el incendio en el charral, vieron a lo lejos humo negro. "Me entró una angustia, pensé que algo malo le estaba pasando a mi papá y salimos corriendo", dijo.

Luis Fernando, el nieto de Etiel, fue quien llegó primero al camión. "No puede ser, ya no hay nada qué hacer, no hay nada que hacer", gritaba viendo la cabina envuelta en llamas.

"Luis Fernando intentó abrir la puerta de la cabina, pero era imposible, el calor era insoportable y estaba muy caliente, nada se podía hacer", manifestó Marchena.

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Tristeza
Óscar Marchena explicó ayer, a las 2:30 p.m. en Cartagena de Guanacaste, que su padre fue un gran hombre. "Cuando llegamos, la cabina estaba envuelta en llamas, no pude hacer nada", dijo con lágrimas en sus ojos. Lo acompaña el amigo de su padre, Francisco Cortés.
Alexánder OTÁROLA/Al Día

De peón a ganadero

Para Etiel Marchena Briceño la vida no fue fácil. Nació el 16 de diciembre de 1933 en Cartagena. En ese lugar se casó con Eriberta Ayales Moreno y tuvo seis hijos.

Empezó a trabajar como peón, pero él quería más, deseaba un mejor futuro para sus hijos y por eso no dudó cuando decidió comprarse un chapulín.

Con eso inició una pequeña empresa que prestaba servicio a diferentes fincas. Luego con más ánimo y ganas de surgir compró una finca, y luego otra, y empezó a sembrar arroz.

No le tenía miedo a nada y sus hijos, sobrinos y nietos siempre lo respetaron. "Aunque estaba en una silla de ruedas siempre se acataban las órdenes que daba. Era una buena persona, un buen padre", comentó Francisco Cortés, su amigo de toda una vida.

Etiel dejó la agricultura, recuerda Cortés, porque era un negocio riesgoso. "Si perdía una vaca no eran todas, sin embargo, si perdía una cosecha, lo perdía todo, esa era su filosofía".

Cortés pasaba en forma regular a conversar con él y una de sus mayores preocupaciones era, cómo con el pasar del tiempo, a los agricultores se les fueron cerrando las puertas en los bancos.

"Decía que ya no confiaban en nadie, que el pequeño y mediano productor estaban desprotegidos", comentó Cortés.

Sus hijos fueron creciendo y a todos los vio hacerse profesionales. En ese mismo tiempo se fue quedando sin la posibilidad de caminar, pero eso no lo echó para atrás, al contrario, tenía más ganas de trabajar.

Óscar Marchena, el tercero de sus hijos, fue su muleta. Estuvo a su lado siempre.

"En los últimos días lo bañaba, le daba de comer, lo asistía. Aunque no tenía mucho movimiento en su cuerpo, su mente estaba lúcida, comprendía todo y manejaba la finca como quería", expresó Marchena.



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