Perspectivas
Lucidez efímera Santiago Manzanal B.
Enternecedor hasta las lágrimas. Conmovidos por la muerte de Juan Pablo II, los diputados prometieron, el pasado lunes, que cambiarían su actitud y se pondrían a trabajar como unos descosidos por el bienestar y gloria del país. Emocionante hasta los tuétanos.
Al día siguiente, ardió Troya por las supuestas presiones políticas para la elección de un nuevo magistrado de la Sala III. La Valerín, por un lado, Laclé, por el otro, varios patres conscripti se unieron a la gresca y... deprimente como siempre.
Marcados por las secuelas del brutal tsunami en el sudeste asiático, cuya fuerza, según los expertos, equivalió a 30 mil bombas atómicas de las de Hiroshima y Nagasaki, y ladeó, unos cinco centímetros, el eje de rotación de la Tierra, estos 100 primeros días del año han sido pródigos en su agenda noticiosa, nacional e internacional.
Ahí, precisamente, se incrusta la lucidez -efímera como un destello- que exhibieron los diputados hace una semana. Duró poquísimo, apenas unas horas, pero fue la primera señal de sensatez en tres años de gestión -¿el primer milagro de Juan Pablo II?-. Debió haber sido noticia de portada en todos los diarios del país. Tres momentos sublimes hicieron de Cuesta de Moras una rampa a las estrellas: toma de conciencia de la propia incapacidad, acto de contrición de haber perdido miserablemente el tiempo y propósito de enmienda. Brotó una esperanza. Luego, se desvaneció como un fuego fatuo.
Los llamamientos a una nueva era en la Asamblea Legislativa sonaron a música celestial. "Juan Pablo II fue puesto por Dios para ser sal y luz... Nosotros fuimos puestos por el pueblo. Llegó la hora de cambiar y trabajar". Esto otro: "El ejemplo de un hombre (el Papa) que siempre siguió el camino de la paz, el diálogo y el trabajo, algo que sería bueno hacer aquí también". Siguieron y siguieron. Lo dicho: el martes, un día después, se estaban matando.
En vista del fracaso, lean la encíclica Laborem exercens, en la que el "Papa viajero", al que tanto dicen admirar, reflexiona profusamente sobre el trabajo y su significación para el hombre. Una breve muestra: "Con el sudor de tu rostro comerás el pan. Estas palabras se refieren a la fatiga, a veces pesada, que... acompaña al trabajo humano... Esta fatiga es un hecho universalmente conocido... Lo saben los hombres del trabajo manual... Lo saben, a su vez, los hombres vinculados a la mesa de trabajo intelectual..., lo saben los hombres sobre quienes pesa la gran responsabilidad de decisiones destinadas a tener una vasta repercusión social". Sin comentarios.
Juan Pablo II el Grande, haz que estos pequeñísimos de la política trabajen. Hazlo, y no necesitarás más milagros para tu canonización.
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