Perspectivas
Ayunos de ejemplos Mónica Gómez Robleto
La nota obtenida por el joven Álvaro Ramos en el denominado "GRE" -examen necesario para postularse a cursos de postgrado en Estados Unidos- es un ejemplo para quienes aspiran a ser mejores cada día, sin desfallecer ante la adversidad, ya que, para ellos, los obstáculos se constituyen en retos.
Esa clase de personas, por cierto en extinción, no escatiman esfuerzos y dedicación para alcanzar sus sueños, y saben admitir sus debilidades y limitaciones, lo cual es una condición indispensable para superarlas. Además, para ellos no existe pobreza mental ni física.
El ejemplo de Álvaro, quien terminó el bachillerato académico al mismo tiempo que la carrera de Informática, además obtuvo una calificación de 100 en el examen de admisión de la Universidad de Costa Rica, y ahora logra casi una nota perfecta en el GRE, debe servirnos a todos, pero sobre todo a quienes evitan sus responsabilidades y atribuyen sus fallas a los demás.
Ante tanta mediocridad, mínimo esfuerzo y cultura del pobrecito en el sistema educativo, nos hacen falta muchos Álvaros que sirvan de faros para quienes escogen el trabajo duro y el estudio.
Da pena recordar los lamentos que, cada fin de año, se cosechan con las bajas promociones en bachillerato. ¿Cuántos son capaces de examinarse a conciencia, y admitir que no fueron responsables al estudiar y asistir a clases?
Esta semana hay una nueva convocatoria, ojalá que quienes se quedaron en diciembre hayan aprovechado el tiempo, y no estén esperando el resultado de la apelación o de la famosa "curva" para pasar el examen.
Otro gran faro y esperanza universal lo es Juan Pablo II, que, con sus 84 años, nunca desfalleció ante la enfermedad ni aflojó en su misión, aunque las fuerzas le flaquearan.
¡Cuántos otros, con muchos menos años y ni la sombra de sus enfermedades, se echan a morir y se declaran incapaces de levantar un dedo para no hacer su trabajo, para correr a pedir la pensión! Abundan.
De carácter decidido y tenaz, poeta, filósofo, políglota, deportista y apasionado, Juan Pablo II derribó muros de incomprensión e intolerancia con la fe. Y, si a eso sumamos su carisma, ¡qué gran reto enfrentará el sucesor de quien, desde ya, es proclamado santo por los fieles!
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