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Pido la palabra Como locos en carreta Ovidio Muñoz, periodistaomunoz@aldia.co.cr Puedo "rajar": cuando era niño, anduve en carreta mucho más de lo que muchos lo han hecho. Pasó porque Juan Ramírez, el boyero que nos llamaba chacalines, subía por la cuesta más cercana a mi casa, rumbo al río Tiribí, de donde sacaba arena y piedra para vender. Durante un buen trecho, güilas del barrio viajábamos, como locos, a bordo de tan especial vehículo. Cuando sentíamos que nos adentrábamos en zonas desconocidas, regresábamos a tierra y volvíamos a la casa caminando, felices. De mayor me he montado en la carreta más de una vez, y más de una vez juré no volver a hacerlo... sin poder cumplirlo. Esos viajes, lamentablemente, no han sido tan agradables como aquellos de la infancia, pero, en fin, se ha tratado, también, de experiencias deliciosas. Desde la semana pasada, nuestra humilde carreta -y el boyeo- forman parte del patrimonio de la Humanidad. Dejaron de ser solo nuestros. Son del mundo. Aunque la carreta sigue viva como vehículo de trabajo y el boyeo se mantiene activo en muchas zonas del país, lo cierto es que peligran, y es una lástima. Cada vez son menos los chacalines que se sienten como reyes agarrados a los parales, yendo por la calle al ritmo marcado por los bueyes... Lo viví y, lo digo, la sensación es incomparable... ¿o será que me gana la nostalgia? |
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