San José Costa Rica. Edición del 04/diciembre/2005. Ir a Al Día
 

Ronaldinho, futbolista

Plan de ruta perfecto

"Soy un feo simpático que con el tiempo acaba siendo guapo. En el conjunto, al final, parezco guapo"

*David Torras y Marcos López

Era la gran esperanza del Gremio. Roberto de Assis Moreira, un centrocampista ofensivo, no muy alto, técnicamente bueno, estaba llamado a convertirse en una referencia.

Roberto, el hermano mayor, era también la esperanza de la familia. Joao da Silva, el padre, combinaba su trabajo de soldador con el de cuidador del parking del estadio del Gremio y, con mucho esfuerzo, iba saliendo adelante. Pero Roberto iba a acabar con tanto sufrimiento.

Un día la rodilla de Roberto se quebró y el destino se torció. La lesión le condenó a cambiar de ruta y a emprender un largo viaje en tercera clase. Con 21 años ya jugaba en el Sion (Suiza), con 24 en el Sporting de Lisboa (Portugal), con 25 regresó al Sion, con 27 viajó a Japón para militar en el Consadole Saporro, con 28 viajó a la otra punta del mundo para vestir la camiseta del Guadalajara (México), con 29 volvió a Brasil para tener un breve paso por el Corinthians y con 30 estaba en Francia, en el Montpellier.

En el fondo, esta historia, llena de desgracias, lesiones y problemas, es el inicio de otra. Todo lo que vivió Roberto lo acabó heredando Ronaldo, su hermano pequeño, que con el tiempo se convirtió en Ronaldinho.

Este niño driblaba los muebles de su casa en Porto Alegre. El joven que se ganaba algo de dinero haciendo malabarismos con la pelota los días de partido en el estadio del Gremio, para ayudar a la familia. El hombre que ha conquistado al mundo con un fútbol genial y alegre.

En el fondo, Ronaldinho es obra de Roberto. No toda, claro, aunque sí en una gran parte, sobre todo tras la muerte de Joao, el padre, en un accidente en la piscina. Ronaldinho tenía 8 años, Roberto, 17. Mientras hacía de padre, mientras iba dando tumbos por el mundo, Roberto fue trazando un plan. Ronaldinho no iba a pasar por lo mismo que él.

Esta vez, el destino le compensó. "Roberto es mi ídolo. Él ha pasado por muchas cosas y siempre me ha prevenido sobre lo que me podía pasar a mí. Gracias a sus consejos, yo he perseverado", recuerda agradecido el Balón de Oro. Sin Roberto, Ronaldinho no sería quien es.

Siempre tuvo un talento fuera de lo común, siempre fue distinto a los demás, pero también siempre tuvo un guía al lado. Hace ya casi ocho años que Ronaldinho empezó a dar que hablar, cuando asombró en el Mundial juvenil de Egipto, en el año 1997.

Cuesta creer, pero ese genio tuvo que abandonar casi por piernas Porto Alegre, su ciudad. Ya se sabe que no siempre te quieren donde naces.

Hace al menos dos semanas, en el diario "Zero Hora", el más importante de Porto Alegre, el columnista Paulo Sant'ana, escribía la sensación que produce verle ahora en la cima.

"Es fácil elogiar y admirar a quien no vive en esta ciudad... Es también por eso por lo que tuvimos la audacia de afirmar una tontería estupenda. Que Ronaldinho está jugando mucho mejor en el Barcelona que cuando estaba en el Gremio. Quien no vio en aquel Ronaldinho Gaucho el mejor del mundo es ciego. Lo repito, es ciego".

Con 17 años, el PSV Eindhoven, siempre el PSV, se fijó en él, convencido de que podía seguir la senda de Romário y Ronaldo. Ofreció siete millones de euros, pero el Gremio no lo vendió.

Con 18 años debuta en el primer equipo -15 goles en los primeros 14 partidos- y el seleccionador Vanderlei Luxemburgo -qué guiños tiene el destino- se lo lleva a la Copa América (1999). Es suplente, pero en los minutos finales del partido contra Venezuela entra en el campo. Y no pasa inadvertido. Marca un gol de bandera. Un gol de Ronaldinho. Un gol que provoca que las televisiones brasileñas se pongan a revisar los archivos en busca de algo parecido. Y lo encuentran. En un Brasil-País de Gales. En el Mundial de 1958. ¿De quién? De Pelé, claro.

Cuentan que el Leeds ofreció 75 millones de euros por él. Pero Roberto, fiel a su plan, ni caso. El Gremio, tampoco.

Pero según la hoja de ruta del mayor de los Assis, en el año 2001 llega la hora de que el pequeño cruce el charco y entre en Europa por una puerta discreta. Tiene que estar seis meses sin jugar, fuera de Porto Alegre, viviendo en Río, entrenándose en solitario, después de jugar el último partido con el Gremio entre silbidos. Después de un largo conflicto judicial, resuelto por la FIFA, por el que se obliga al París Saint Germain a pagar casi cinco millones de euros al Gremio, 10 veces menos de lo que pretendía el club brasileño, se abren las puertas de París.

Roberto se había salido con la suya. Para empezar, ni Italia, ni España. Con 21 años, mejor iniciar el paseo por Europa con una visita a la tranquila liga francesa que tan bien conocía él de su paso por el Montpellier.

A partir de aquí, luces y sombras en la ciudad de la Luz, a la que ayer volvió como un rey. Magia y polémica. Fútbol y discusiones constantes con Luis Fernández, un técnico que nunca le encontró su sitio, y con el que vivió una relación de amor y odio. Pronto París le quedó pequeña, sobre todo después de ganar el Mundial del 2002.

Como buen brasileño, llegó tarde a su cita con la rutina y su relación con el PSG empezó a languidecer. Y a mitad de temporada, el Barça entró en escena. Bueno, el Barça, no.

Una candidatura que tenía las de perder en unas elecciones que todavía no estaba claro cuándo se celebrarían. Pero en ese grupo, que encabezaba Joan Laporta, había alguien muy especial para Ronaldinho: Sandro Rosell. Como ejecutivo de Nike había mantenido una estrecha relación con la selección brasileña y, gracias a él, el jugador aceptó comprometerse con un proyecto que entonces nadie creía que iba a hacerse realidad. Ronaldinho cumplió su palabra pese a las tentaciones de Manchester y Madrid, y acabó poniendo en marcha el círculo virtuoso. Desde entonces, no ha parado de girar. Desde entonces, Ronaldinho no ha dejado sonreír. Y el Barça, tampoco.

En privado

Nació:

El 21 de marzo de 1980.

Tiene:

Un hijo, Joao, de 9 meses.

No tiene:

Tatuajes.

Detesta:

Vestirse de traje.

Ama:

Los perros, tiene uno en España y llegó a tener 10 en Brasil.

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*Reproducción autorizada por El Periódico de Catalunya /Al Día

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