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Casi en Baltimore Sammy Sosa está a un paso de dejar Chicago para irse a jugar con los Orioles. Esta semana podría definirse su pase. AP/Al Día
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Orioles hacen números
Posible llegada de Sammy Sosa le daría una ofensiva aún más poderosa
Baltimore / AP. Al agregar a Sammy Sosa a un orden al bate de por sí formidable, los Orioles de Baltimore podrán rescatar un receso de temporada decepcionante y le darían a su joven cuerpo de lanzadores un mayor margen de error.
"Quizás esté exagerando, pero si me dan ocho carreras de ventaja en cada partido, yo podré resolver el resto", señaló el entrenador de lanzadores de Baltimore, Ray Miller.
El acuerdo para obtener a Sosa de los Cachorros de Chicago a cambio del segunda base Jerry Hairston y por lo menos dos prospectos de ligas menores aún no ha concluido.
Sin embargo, los Orioles ya contemplan una alineación con Sosa como cuarto bate, detrás del venezolano Melvin Mora y su compatriota Miguel Tejada, y adelante del cubano Rafael Palmeiro y el boricua Javy López.
"Probablemente lo pondremos a batear de cuarto, aunque todavía no lo hemos conversado", señaló el entrenador de bateadores, Terry Crowley.
"Es una gran adición, pues nos hará mejores, pero no estoy seguro cuán mejores", agregó Crowley.
Sosa bateó para .253 de promedio en el 2004, se ponchó en 133 ocasiones, se perdió un mes de actividad debido a una lesión en la espalda y por primera vez en una década no remolcó al menos cien carreras.
Sin embargo, bateó 35 cuadrangulares más que cualquier otro pelotero de los Orioles.
"Va a tener un gran impacto en la alineación", señaló el jardinero de Baltimore, David Newhan. "Además, su personalidad y la energía que irradia son cosas que necesitamos", añadió.
Esto será así incluso si Sosa, de 36 años, ya no es considerado uno de los peloteros más amados y uno de los bateadores más temidos.
Desde su memorable competencia de cuadrangulares con Mark McGwire, en 1998, Sosa ha experimentado un descenso constante en poderío al plato y un incremento en conductas inadecuadas.
Sosa generó el enojo del público al no presentarse al último partido de los Cachorros la temporada pasada, y fue suspendido por siete partidos en el 2003 por haber conectado la pelota con un bate relleno de corcho.
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