Martes 22 de febrero, 2005. San José, Costa Rica.



 

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Perspectivas

¡Qué asambleíta!

Eduardo Castro

Hoy escribo sobre algo que, probablemente, una gran mayoría de costarricenses no recuerde que existe.

Se trata de la Asamblea Legislativa, donde gobiernan 57 señores que se han dedicado en casi tres años a no hacer nada, y en la que laboran varios cientos de empleados que ya no caben ni en los muchos edificios que se le han ido añadiendo al vetusto recinto inicial.

Y es que informar sobre lo que hacen los diputados ya no ocupa ningún sitio de relevancia en las páginas de los diarios escritos o en los espacios de la radio y la televisión nacionales.

Decir que no hacen nada sería un desperdicio de espacio, pues los costarricenses necesitan y exigen informaciones de su interés, que les orienten, ayuden y les faciliten las cosas.

Narrar cómo los "legisladores" han dejado pasar meses y meses para no ponerse de acuerdo ni en lo más elemental, sobra con dos o tres líneas en la prensa escrita cada mes, lo cual, como en el caso de esta columna, servirá para recordar que en Costa Rica todavía hay un Parlamento, aunque no funciona.

Estimado lector, si lo tiene presente, me dará la razón, y, si no, revise las ediciones anteriores de Al Día, y constate cuánto tiempo hace que este diario no informa de la Asamblea Legislativa. Y la razón es sencilla: ahí no acontece nada.

Sus integrantes se fueron de vacaciones de Navidad y larguísimo inicio de año, durante mes y medio, y se dejó de informar. Y, después, prácticamente no ha sido necesario desperdiciar espacio ni tiempo en consignar su regreso.

Verborrea, demagogia, uso político, intrigas y toda una serie de mecanismos que marginan al ciudadano y lo ignoran. Eso es lo que se ve en Cuesta de Moras.

No importa lo que los ciudadanos y el país necesiten con urgencia. Ahí se impone otra lógica... y, por supuesto, otros intereses.

Ahí sí hay prisa, cuando de intereses propios, como los de los desacreditadísimos partidos, se trata. Lo mismo sucede cuando es necesario proteger a figurones partidarios. El juego es claro: si denuncian un "chorizo" de uno de mis allegados políticos, yo (diputado) denuncio otro de los allegados de mis enemigos, pues, de por sí, los "choris" sobran.

En fin, y puesto que se me agotó el espacio, de esta Asambleíta lo que queda por decir es lo que señalaría el fallecido columnista Enrique Benavides: esta Asamblea da grima.

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