Martes 22 de febrero, 2005. San José, Costa Rica.



 

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Tribuna libre

Aprendiendo a tiritar

Carlos Freer

Antes de que empezara la era de los satélites meteorológicos, Cartago y sus alrededores gozaban de una fama negra por su bruma.

El resto de los costarricenses no lograban entender cómo en diciembre y enero, si "todo el país" lucía un límpido azul en el cielo, al bajar Ochomogo se encontraban con una temperatura gélida, un pelo de gato pertinaz y una neblina espesa.

Y los pobres cartagineses a sufrir con las bromas que nos daban: "¿Cómo hacés para vivir en esa nevera?", "Ya me imagino el baldazo que hay en Cartago". Y así seguía todo el año.

De nada valía que los aguaceros a partir de abril y mayo fueran brutales en San José, Heredia, Alajuela y en toda la zona del Pacífico. Siempre imaginaban que en Cartago era peor, por más que la zona de Aguacaliente fuera una de las que menos precipitación pluvial tienen en el país.

La mala fama de principios de año continuaba por el resto de los meses para los pobres cartagos.

Hoy en día sabemos que el mal tiempo de esta época es "culpa" de los frentes fríos, las masas polares, los alisios cargados de humedad, las presiones altas y bajas, y cuanto quebranto se presenta en Norteamérica y el Caribe.

Ahora, los medios de comunicación nos enteran de que vivimos en el hemisferio norte. Y que la época que corre de diciembre hasta fines de marzo, corresponde al invierno boreal. Aunque por mucho tiempo ese invierno, hay que reconocerlo, solo afectó la parte oriental del país.

Pero hete aquí que, de un tiempo para acá, y principalmente este bendito 2005, como que la franja límite del invierno se corrió. Y ha empezado a afectar con fuerza los cantones de Coronado, Moravia, Guadalupe, Curridabat, Montes de Oca y parte del cantón Central de San José . (¡Ya me imagino cuando llegue a Alajuela!).

Mientras tanto, los "cartuchos" gozamos de lo lindo al ver a los josefinos tiritando. Nos hace gracia verlos con guantes, gorros y bufandas. Y notar su sorpresa cuando su aliento se convierte en vaho.

Recuerdo cuando jugábamos escondido por entre la bruma. Cuando pasaban tres semanas sin ver el Sol. Cuando la garúa caía y caía. Cuando el frío nos hacía atrevidos y despiertos. Y nuestras madres y abuelas secaban la ropa a pura plancha. Aunque nos costara tantas bromas y burlas, nosotros mismos lo creíamos privativo de Cartago. Y tragando para nosotros, nos enorgullecía.

Hoy, los satélites nos enteran de dónde viene tal condición. Y lo peor es que también los josefinos están aprendiendo a tiritar.

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