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 Nacionales Domingo 31 de julio, 2005, San José, Costa Rica.
 

A 37 años de la erupción del Arenal

Entre lava y ceniza hubo milagros

83 personas perdieron la vida aquel 29 de julio de 1968

Christian CAMPOS LOSTALO,


San Ramón, Alajuela. - Doña Elizabeth Ramírez había sido internada el viernes 26 de julio de 1968 en el hospital de Tilarán. Todo indicaba que estaba a punto de dar a luz a su segundo hijo.

En casa, en Pueblo Nuevo de la Fortuna, había quedado su pequeño, Álvaro Artavia Ramírez, quien el 29 de julio jugueteaba a pies descalzos con sus primos William y Herson, en el trapiche de su abuelo Juan.

Además:

  • Solo sobrevivieron cuatro
  • Aquella mañana llegó la fatalidad para la familia Artavia Ramírez. Después de muchos años de dormir, su vecino, el volcán Arenal, despertó con furia y empezó a escupir fuego, lava y cenizas. La confusión se adueñó del pueblo. Todos corrían, gritaban, trataban de escapar de aquel infierno. Luego vino el recuento: 87 muertos. Doña Elizabeth en el hospital no tenía idea de su hijo. Álvaro, con apenas 2 años y medio, también había corrido, pero nadie de su familia supo de su paradero.

    Entre los muertos faltó el cuerpo del niño. Sus padres, doña Elizabeth y don Álvaro, no pudieron sepultarlo con padres y hermanos. Pero aquella madre nunca perdió la esperanza. "Siempre supe que estaba vivo", dice. Y así fue. En medio de aquel caos, un carro se detuvo y recogió a un niño que lloraba y deambulaba. El pequeño Álvaro fue recogido por una familia que luego se mudó a otra zona de San Carlos. Fue creciendo hasta que en una Navidad unos regalos viejos que recibió lo hizo preguntar por qué era el único en aquella casa que no tenía regalos nuevos. La respuesta fue dura: "Tu no eres nuestro hijo".

    Salió con el corazón partido y dos familias perdidas. Rodó hasta terminar montando toros en una hacienda en Guanacaste. Ahí sufrió una lesión que lo llevó al Hospital de Liberia, donde contó su infortunio sin sospechar que llegaría a oídos de su tío Ramón y luego de su madre. 15 años después, doña Elizabeth encontró a su Álvaro y aquel joven que deambulaba por la vida, dejó de llamarse David Alfaro y pasó a ser el mimado Alvarito.

    Foto: 1031025
    Álvaro, el hijo de don Álvaro y Elizabeth, vive en la zona sur, pero están unidos a la distancia.
    Christian CamPOs

    Foto: 1031026
    Los hermanos Elizabeth y Ramón hoy están más unidos. Cada 29 de julio recuerdan a sus padres y hermanos.
    Christian CAMPOS

    Solo sobrevivieron cuatro

    Aquella mañana del 29 de julio, las labores en el trapiche de la familia Ramírez Barrantes habían iniciado como de costumbre, muy tempranito.

    Antes de las 8 a.m. el cielo azul se tiñó de gris con las cenizas que arrojaba hasta ese día el "Cerro Arenal". Ese día, murieron los esposos Juan Ramírez y Ana Barrantes, seis de sus hijos y dos nietos. Una placa colocada 30 años después recuerda sus nombres: Francisco, Ángela, Flory, Aracelly, Josefina y Eduardo, así como sus nietos William y Herson. "Si hubiéramos estado allí, habríamos muerto", recordó Ramón, uno de los cuatro hijos sobrevivientes. Hoy con sus hermanas, Elizabeth, Elena y Claudia se unen para recordar a su familia.

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