Martes 31 de mayo, 2005. San José, Costa Rica.


Fotografías del juego Liga-Pérez
LDA: recuento de su historia


Perspectivas

Calladitos más bonitos

Ovidio Muñoz

Ponga un poco de atención y notará cómo, cada vez más, muchos empiezan a usar el silencio a manera de arma para desequilibrar al "enemigo", que, casi siempre, ha sido concebido en la mente de quienes se sienten amenazados.

La "maña" ha alcanzado, incluso, a los futbolistas, tan dados a demostrar, cuantas veces pueden, su enorme facilidad de palabra.

Escribo sin pasiones balompédicas -el fútbol me tiene sin cuidado (mea culpa, mi mayor "defecto")-, pero sí con cierto asombro. Me resulta -¿cómo decirlo sin herir pieles sensibles?- llamativo que muchos de los mismos que les deben a los medios de comunicación su currículum de glorias del deporte nacional, se nieguen a hablar "porque sí", porque alguien, alguna vez, se atrevió a criticarlos. Y eso, según su lógica futbolera, equivale a una declaración de guerra.

Uno podría entender (sin justificar, claro) que políticos cuestionados se escondan en el silencio. No les conviene. Pero que un equipo de fútbol en pleno se niegue a hablar con algunos periodistas es, cuando menos, risible.

Insisto: en este derecho al berreo no me mueve nada más que eso. Los mejengueros bien pagados pueden hacerme el favor de no verme como enemigo.

Pero, eso sí, no puedo dejar de decir lo que pienso. Más de un jugador de este país no sería lo que es, si los medios no lo hubieran elevado a lugares, en algunos casos, inmerecidos.

Es decir, les deben los frijolitos a los mismos medios a los que hoy les niegan la palabra. Olvidan los titulares elogiosos, las crónicas dando cuenta de su talento sobrenatural en las artes del balón, las entrevistas en que ellos, hablando hasta con faltas de ortografía, agradecían la oportunidad, recordaban que sacarían el resultado, prometían sudar la camiseta...

En manos (o pies) poco hábiles, el silencio es un arma peligrosa. Muchos lo han utilizado con los fines más diversos, muchas veces poco transparentes.

Por momentos, este incidente de los futbolistas callados me recordó uno de mis juegos de niños, que empezábamos con la frase "silencio en la Corte, que el burro va a hablar...". Perdía, claro, el primero en abrir la boca.

Otras veces, basándome en la realidad, pienso en darles un consejo a los que hoy no quieren hablar: que sigan así. Después de todo, para escucharlos repetir siempre lo mismo o abrir la boca para decir tonterías en vivo, desde el camerino, la verdad es una: calladitos se ven más bonitos.

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