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Un año después del asalto al Banco Nacional A Miramar le robaron la paz OIJ tiene abierto el caso pues sospecha participación de dos sujetos que están en fuga Christian CAMPOS, corresponsal y Rodolfo Martínrmartin@aldia.co.cr Miramar, Puntarenas. - ¿Querés vivir?, le preguntó Erlyn Hurtado Martínez a Juan Carlos Alvarado, guarda de la agencia del Banco Nacional de Costa Rica. El vigilante, que estaba boca abajo, sintió el cañón de una AK-47 en la garganta y la suela de una bota en la espalda que lo aplastaba contra el piso.
- "¡Sí, quiero!", respondió el guarda, de 33 años, y con 10 de experiencia en el oficio. Era el 17 de setiembre del 2004. Acababan de dar las 3 p.m., cuando cuatro sujetos irrumpieron para robar en la agencia. Hoy, un año y ocho días después, se sabe que no solo huyeron con ¢7,5 millones y varios cientos de dólares. También se robaron la calma de un pueblo que, por naturaleza, ha sido tranquilo. Erlyn Hurtado Martínez junto a su hermano Santos Agenor y su medio hermano, Santos Maryorie Cruz Martínez, más otros dos sospechosos fueron los autores de ese golpe bancario. Los hermanos Martínez protagonizaron, seis meses más tarde, en la agencia de Monteverde, del mismo Banco Nacional, la peor masacre en la historia de Costa Rica, que todavía hoy atormenta a los siete empleados que estaban ese día en la agencia; la miscelánea y el guarda que también trabajan ahí y a una docena de clientes que visitaban el lugar.
Trauma vigente El gerente de Miramar, Jairo Soto, que asumió funciones tras el asalto, opina que el banco, como patrón, actuó rápido y eficiente, para atender a sus empleados, especialmente atendió su aspecto anímico y mejoró la seguridad. "Sin embargo, el trauma fue tan desgarrador que algunos aún no se han recuperado del todo", aseguró el gerente. Todavía hoy cualquier sonido fuerte e inesperado provoca sobresalto en ellos. Ana Isabel Monge, de 43 años y 23 de trabajar para el banco, asegura que tampoco encuentran tranquilidad en las casas porque temen ser secuestrados ahí y en el trayecto al trabajo. Esa inseguridad también la viven algunos clientes y vecinos. "Ahora procuro venir al banco lo menos posible y estar el menor tiempo. Antes venía acompañada por mi hija y ahora prefiero dejarla en la casa", expresó Elizabeth Vivas Quirós, dueña de una librería en Miramar. Solo Dios sabe cómo no hubo muertos ese 17 de setiembre en Miramar, si tan solo seis meses más tarde en Monteverde acabaron con la vida de siete personas, dos empleados y cinco clientes. Ese grupo figura como sospechoso de ultimar al pulpero Rafael Ramírez, el 17 de enero del 2004, en Estanquillos de Atenas; al pagador de café Willian Soto cinco días más tarde en Sabanillas de Alajuela y, al pulpero Fernando Gutiérrez, el 9 de mayo, en Naranjo.
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