San José Costa Rica. Edición del 13/agosto/2006. Ir a Al Día
 

Patricia Porras, reciclando esperanzas

La cigüeña le trajo 5 mil hijas

Hace 20 años, esta mujer sintió que tenía una misión: amparar a las madres adolescentes de este país

Neyssa Calvo Achoy

En un teléfono público, en San Francisco de Dos Ríos, Patricia Porras conoció a la primera de las cinco mil hijas que tendría a lo largo de 20 años sin dar a luz.

Su nombre era Leana, de apenas 9 años de edad y con una niña en su vientre.

Patricia la vio llorando y, casi por impulso, se le acercó para ofrecerle, esa mañana de setiembre de 1986, el amor de madre que parece sobrarle.

En ese momento, cuenta Patricia, su vida cambió e hizo suya la idea de ayudar a las madres adolescentes a sobrellevar su carga.

"En estos años, he luchado día a día por el bienestar de estas mamás y he aprendido que la esperanza tiene el mismo tamaño que los milagros".

Poco a poco, la voz se corrió y la casa de Patricia, en San Francisco de Dos Ríos, empezó a recibir la visita de estas jóvenes.

Así fue como nació la fundación Reciclando Esperanzas que hoy acoge a 50 menores que están embarazadas.

Afortunadamente, siempre ha tenido ángeles a su alrededor, que no solo la protegen a ella sino también a sus chicas, pues ha logrado darles alimento y cubrir las necesidades de los recién nacidos.

Al principio, esta profesora de inglés convirtió su casa en un lugar de enseñanza: dando clases de inglés y de manualidades con la idea de que sus "hijas" pudieran abrirse camino solas.

"Y empezaron también las charlas en los colegios, así como la búsqueda de voluntarios para que las mamás recibieran talleres sobre el cuidado perinatal, por ejemplo".

Su misión la absorbió tanto que dejó las lecciones en el liceo Castro Madriz.

Afortunadamente, siempre ha tenido el apoyo de sus 4 hijos: Andrea Catalina, Francisco José, Patricia y Ricardo. Su esposo, José Francisco, también la impulsa para seguir adelante con este trabajo. En estos 20 años de entrega, son miles los recuerdos y las emociones que ha vivido la educadora. Su satisfacción es muy grande cuando acompaña a la mayoría de estas madres, a quienes llama "sus hijas", cuando escuchan por primera vez el llanto de sus bebitos.

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Rafael Pacheco

 
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