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Guardaparques cuentan sus peripecias El "tesoro" más pobre del Pacífico Aunque se goce de la gloria internacional, en la Isla del Coco se trabaja con muy poco dinero Juan Pablo Carranzajpcarranza@aldia.co.cr
Pedir aventón a empresas turísticas para llegar a trabajar a la Isla del Coco, porque no tienen lanchas, estar alejados por un mes de sus familias y arriesgar su vida enfrentando pescadores ilegales, es parte de la odisea diaria de los guardaparques de ese Patrimonio Mundial.
Con solo ¢30 millones al año para subsistir en el trabajo, 21 hombres y mujeres que laboran para esa área de conservación, deben hacer malabares económicos para vigilar 23 kilómetros terrestres y 1.997 kilómetros de mar. Los guardaparques, con un salario de ¢180.000 (aunque tengan títulos universitarios) hacen la comida, repararan la vivienda, mantienen la planta de electricidad y navegan para vigilar y evitar la pesca ilegal, entre otras labores que la jornada exija. De los 21 funcionarios, entre cuatro y siete permanecen en la isla, de manera rotativa, y el resto trabaja en oficinas de San José. ¿Por qué tan pocos en la isla? Los guardaparques tienen dificultad de movilizarse, ya que carecen de una embarcación oficial para que los traslade desde tierra hasta la isla.
Para llegar a trabajar cada mes, recurren a operadores turísticos, con los que tienen un convenio de traslado a cambio de que los puedan exonerar del pago de algunos impuestos. En cada uno de estos viajes, los operadores, solo les dan campo para trasladar a dos funcionarios. Sólo de esa forma pueden salir y regresar al lugar, aunque en ocasiones, según alegan, se vuelve un problema y hasta un obstáculo para contar con el suficiente personal que vigile las riquezas existentes. Camaleones "Todo aquí se hace con uñas. El personal arriesga su seguridad. Ellos están ahí por cuidar una parte muy preciada del territorio costarricense", comentó Guillermo Mora, director del área. Keylor Morales, guardaparques con más de 11 años de trabajar en la isla, cuenta que ante la falta de apoyo que sienten por parte del gobierno (comenta que desde hace más de un año la patrullera de seguridad no entra a hacer su labor) ellos deben asumir papeles que no les corresponden. "Si encontramos inmigrantes ilegales, hay que hacer el papel de funcionarios de Migración y en un caso de narcotráfico hay que hacer el papel de un oficial antidrogas", manifestó. Wálter González, administrador de la isla, cuenta que una vez por la crecida de un río, un puente de acceso importante se destruyó. "No recibimos dinero del Gobierno para arreglarlo. Resolvimos la situación construyendo nosotros un puente hecho con todos los materiales que los pescadores arrojan en el mar", dijo. Un poco de cultura Guillermo Mora dice que de no haber sido por el apoyo de varias organizaciones internacionales y ambientales, conseguir dinero, destinado a financiar proyectos, se torna muy difícil para mejorar la protección de la isla. "En unos meses vamos a iniciar una serie de capacitaciones para educar y crear conciencia en los pescadores. "Es increíble que en la escuela no nos enseñen que, gracias a la Isla del Coco, Costa Rica, además de Nicaragua y Panamá, también limita con Ecuador y Colombia", comentó Mora.
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"Me traslado a otro mundo" La experiencia que guarda con más cariño Keylor Morales, en 11 años de trabajar en la Isla del Coco, fue el primer día que miró su belleza. "Llegué en avión y luego de dos horas de ver solo mar, apareció, de un momento a otro, la isla. Me impactó de tal manera que yo sentí que me trasladó a otro mundo", comentó.
Aquella primera vez, puso un pie en la isla siendo un voluntario para hacer labores de carpintería. Hoy, además de tener un gran respeto de sus compañeros, se graduó de capitán internacional y posee su licencia de buceo. Keylor asegura que lo que más lo pone triste, es encontrarse con grupos de tiburones víctimas de los pescadores ilegales. "Yo siento una frustración de ver que la gente aún no comprende que este patrimonio se debe cuidar. Uno entiende que ellos necesitan conseguir dinero para comer, pero todo tiene un límite y la isla se debe respetar", comentó. Con 36 años de edad, y soltero, este guardaparques bromea diciendo que él se casó con la isla. Como un buen matrimonio, a todo se acostumbró. "A veces, cuando buceamos, tenemos decenas de tiburones a la par. Son tantos que parecen pescaditos", dijo. |
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