Pido la palabra

Un lejano abril

Supe de su existencia a muy temprana edad. Su nombre me pareció sonoro y misterioso.

Cuando sus tropas entraron a Cartago, nació en mí la admiración que provoca la figura de un líder, pero también el rechazo porque mis padres eran calderonistas.

Le adversé en mi adolescencia durante su segundo gobierno. Luego, me fue pareciendo, poco a poco, un hombre excepcional. Le apoyé en su campaña electoral, en pos de su tercer gobierno.

Ya de presidente, tuve la oportunidad de tratarlo personalmente por primera vez. Llegó al departamento de Cine en compañía de don Beto Cañas. Venía a ver el documental "Agonía la Montaña", de Ingo Niehaus, sobre la deforestación. No le pareció en absoluto. Dijo que repetía los mismos conceptos erróneos que había sobre el tema.

Confundida, nuestra directora le preguntó qué hacer entonces. "Pásenlo -fue su inmediata respuesta-, aunque equivocado, cada quien puede expresar libremente su opinión". A partir de ese momento le admiré aún más.

Luego, tuve la oportunidad de tratarlo en varias ocasiones. Cuando mis compañeros del Centro de Cine lo entrevistaron. Cuando llegó a ver esas entrevistas filmadas y reía divertidamente de sus propias comentarios, si éstos eran jocosos. Cuando cumplió sus 75 años, "los seis reales", como él mismo acotó. Cuando nuevamente lo filmamos en sus 80.

Finalmente, vi su féretro desfilar de Cartago hacia La Lucha, desandando el camino por el que llegó en aquel amanecer, un abril ya muy lejano.