Pido la palabra

Costa... Rica y Pobre

En nuestros 52 mil kilómetros habitan, juntas pero no revueltas, dos Costa Rica.

Una es bella, cosmopolita, en línea, toma vino y come sushi; la otra es desdentada, con rancio aliento, sucia, fea y maloliente.

Son hermanas, pero, entre sí, ¡nada que ver!, ¿me entendés?

La "Niña Bien" vive en Santa Ana, Escazú, Ciudad Colón y otras poblaciones del este de la capital. Compra en los 42 centros comerciales que hay (contaditos) entre un cantón y otro. Ahí encuentra desde tapices de los Cuentos de las Mil y Una Noches hasta tinas de baño de mármol, dignas de Napoleón Bonaparte.

Toma y se divierte en bares y restaurantes que recuerdan South Beach de Miami. Ya no sabe lo que es un picadillo o una chorreada porque se alimenta solo de comida japonesa, tailandesa y lo exótico.

La "Niña Mal" muere por un agresivo ataque de lombrices, solo imaginable en una película de horror. Expira de hambre en tal grado de desnutrición, que más parece de África.

Día a día, como un trébol paralítico, pasa en la calle. Ingiere, bebe y obtiene su sustento de lo que haya. Los desechos son su reino; la enfermedad y la miseria, sus socios.

Son ciudadanos de primera y de quinta categoría. Todos con una misma cédula y cobijados con idéntica bandera, pero con una Patria que no ha sabido cuidarlos por igual.