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Miércoles 21 de junio, 2006, San José, Costa Rica.
 

Epitafio de una vergüenza deportiva

¡Que nos borren del Mundial!

Muchos aficionados ticos no quisieron ir al estadio y se fueron de paseo

Edgar Fonseca

Amsterdam, Holanda. Una súplica a la FIFA: ¡bórrennos de este Mundial! No queremos que esta participación tica en Alemania 2006 quede en sus registros.

En Hannover el país futbolero vivió ayer el epitafio de una de las páginas más tristes en nuestra reciente historia deportiva. El 2-1 final con Polonia, la peor de las Polonias, según recuerdan muchos, nos acabó de enterrar.

Lo mismitico

Después de que nos empataron, el "equipo" fue el mismo de siempre, de toda esta pesadilla. Desgastado hasta su última gota, hincado, arrodillado y con ellos el ánimo.

Me resistí a ir a Hannover. Me resistí como centenares de aficionados ticos que prefirieron perder hasta la entrada del juego.

Vi el partido desde Amsterdam, desde un restaurante italiano en donde su dueño me apuraba a cada paso para que me tragara unos espaguetis a la boloñesa y me retirara porque lo que importaba eran otros juegos: Alemania- Ecuador, Inglaterra-Suecia, que siguen vivos. ¡Qué envidia!

Me quedé en este maravilloso puerto holandés donde se confunde lo sublime y lo perverso del ser humano. Donde puede uno ver la laboriosidad de estas gentes a pesar de todas las adversidades y la perversidad de vender en un "zoológico" los cuerpos de mujeres de todas las nacionalidades, en enormes vitrinas donde se exhiben semidesnudas al mejor postor.

Me quedé allí y desde muy temprano me dediqué a recorrer sus calles en un mar humano de todas las razas, edades, colores y oficios. De pronto me encontré al juez Gerardo Segura Ruiz, famoso por haber llevado el caso Chemisse.

"¿Licenciado -le digo- usted tampoco fue a Hannover?" y me responde como juez que es "claro que no. Lo puse en la balanza y no se justificaba ir a ver a un equipo desarticulado, desarmado: ir a ver otra pérdida de Costa Rica".

Su sentencia fue premonitoria. Eran las 10 a.m. de Amsterdam -2 a.m. del martes en San José- y un hombre de ley con frialdad me pronosticaba el resultado. Tampoco, como en el resto de encuentros, abrigué muchas esperanzas para el partido de ayer y así me dispuse a verlo a partir de las 4 p.m. -8 a.m. en San José- en el restaurante italiano vacío, en donde solo hubo el susurro de unos cuantos ticos.

Lo que pasa es que ayer ya no tenía ningún sentido jugar. Sólo la dignidad, pero, ¿dónde quedó? ¡Que se vayan al carajo!

Foto: 1288349
Algunos ticos se atrevieron a ver el último capítulo del fiasco; Medford entre ellos.
Herbert Arley


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