Nuestro amado fútbol
La torre de Babel en un tren alemán
Amado Hidalgo,
periodistaSubir el tren en la estación de cualquiera de las ciudades alemanas es una lección de vida y un vistazo a la geografía humana, representada por esos aventureros sedientos de fútbol.
Viajé de Hamburgo a Berlín y Franckfurt. Lo que parecía un cómodo viaje, se tornó en una noche de apretujadas emociones.
Dos estaciones más tarde, el tren había sido asaltado por hombres y mujeres de todo el planeta fútbol, con la camisa de sus amores.
Afinar el oído era cosa de locos, pues un murmullo de lenguas iba y venía.
Subían sudorosos y muchos malolientes, con las cervezas en la mano. Aquel con el cuerpo atravesado por una franja amarilla y otra azul. El otro cantando vivas a Maradona en medio de las casacas albicelestes. Los mexicanos atropellando a los viajeros de pie con sus charros, prestos para el juego del día siguiente.
Lo mejor para el ojo espectador estaba en la estación central de Berlín. Inglaterra había jugado su partido en Nuremberg. Pude ver a los "hooligans" correteando por los pasillos mientras la policía corría de un lado a otro.
Subí al tren pasadas las 12:30 a.m., en medio del tumulto. No hubo incidentes. Los vagones se llenaron de ingleses borrachos, suecos alegres, paraguayos cabizbajos, y alemanes con camisas multicolores, entregados al festejo por alguna extraña razón, o simplemente por hacer de anfitrión en la gran fiesta.
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