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 Nacionales Domingo 25 de junio, 2006, San José, Costa Rica.
 

20 muertos debido a piques

Jóvenes corren con la muerte en las calles, ¿y la autoridad?

Tránsito tiene sólo 20 oficiales para tallar a no menos de 250 conductores temerarios

Esteban Arrieta Arias

Además:

  • Neón, turbo, llamas y DVD
  • No hay fiestas en el redondel de Zapote, pero en sus alrededores parece que sí. Jóvenes, en su mayoría de 25 años "enloquecen" ante las luces de neón, motores con turbo y muflas de fuego que anuncian velocidades de 150 kilómetros por hora.

    Se creen amos y señores de las carreteras, retando a la muerte, violando su seguridad... sin que nadie lo evite.

    20

    muertos en cuatro años. Éste es el resultado de los piques en el país.

    ¢20

    mil es el monto de la multa que cobran las autoridades por el delito de conducción temeraria.

    Sus reuniones programadas son parte de la noche, de los lunes y de los jueves... de la posible tragedia que atraen cada vez que entran al mundillo de los piques.

    Ahí, en Zapote, a las 10 p.m. del jueves pasado, hubo fascinación por la velocidad extrema, que ha producido en el pasado el drama de 20 familias que perdieron a sus hijos, hermanos y sobrinos en esas prácticas de las que se pavonean jóvenes como Roberto y Álvaro, de 18 y 25 años.

    Ellos, dueños de vehículos Nissan, buscan lo "prohibido" (palabra que repiten una y otra vez sin medir sus consecuencias). Se burlan de la muerte que los acecha en cada curva mal maniobrada. Parece no importarles ese peligro, argumentando que se sienten "poderosos" evadiendo, a cada rato, a las autoridades.

    La adrenalina se desborda y el éxtasis de ser el mejor los inunda, pese a que, tras su conducta, podrían dejar luto en sus hogares.

    Sí, ahí están Roberto y Álvaro, entre olores de marihuana... y combustible. Ellos pidieron el anonimato, como otros entrevistados que participan en los piques desde hace dos años, bajo la sombra de la noche y la ausencia de vigilancia policial.

    No hay freno

    El jueves, no había vigilancia en Zapote, aunque ahí es frecuente el encuentro de los "picones o mordidos", que luego salen a exhibir sus dotes de conductores infringiendo la ley y el respeto por sus propias vidas.

    No saben si teminarán completitos, pero se jactan de su "experiencia" en conducir temerariamente, y de que la policía nunca los atrapa.

    ¿Y las autoridades? German Marín, director de Tránsito, dijo que el personal es insuficiente para realizar operativos especiales. Tienen, según afirma, 20 oficiales que patrullan por la noche en San José. Alega que el recurso es poco para fiscalizar una actividad ilegal, en la que participan, al menos, 250 conductores temerarios, y que está extendida en diferentes lugares. Según Marín, cuando "los picones" están reunidos, no hay delito y es difícil atraparlos, aunque ya se han decomisado 60 vehículos, pero no brindó el número de partes hechos por conducir temerariamente.

    Y, al igual que Zapote, la historia de los "picones" se repite en la Lima de Cartago; Mall Internacional, en Alajuela; Alto de las Palomas, en Santa Ana; y en otros puntos de Escazú.

    "Me gusta arriesgarme. El porqué corremos en la calle, y no en un autódromo, tiene una respuesta sencilla: la persecución y saber que estamos haciendo algo prohibido. El que no puedan agarrarnos es emocionante", dijo Álvaro, el jueves, en Zapote, antes de emprender su peligroso viaje.

    Foto: 1291736
    De 10 p.m. a 2 a.m., los carros salen de Zapote para después hacer piques.
    Fotos: Erick Córdoba

    Foto: 1291732
    A Zapote, en el sector del redondel, llegan decenas de carros para piques.

    Foto: 1291725
    Las motocicletas también se apuntan a correr. Agunas veces hay apuestas.

    Foto: 1291724
    Durante las carreras, se busca llamar la atención con chispas en la mufla.

    Foto: 1291730
    Los corredores modifican el motor para conseguir una velocidad turbo.

    Neón, turbo, llamas y DVD

    En el mundo de los piques, no solo la velocidad cuenta.

    Las luces de neón, las pantallas planas, el DVD, las chispas y, sobre todo, el motor tienen hasta cierto punto un valor similar a las carreras.

    Según los "picones", un auto modificado con turbo y otras extras puede duplicar su valor, de ¢1, 5 millones a ¢3 millones, sin importar si es un Nissan Sentra, un Hyunday Excel o un Subarú.

    Estos automóviles, además de ser baratos, "se prestan" para hacer modificaciones y convertir "un gajo en un chuzo". Por esa razón son populares entre los corredores callejeros.


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