Pido la palabra

Todo oídos, don Óscar

No voté por usted, don Óscar (tampoco por don Ottón). Ningún político me seduce. Se empeñan en seguir abriendo abismos entre las palabras y los hechos.

Ahora -me agrade o no- usted es mi presidente electo y, como tal, le debo respeto. Aunque no lo apoyé, pude ver en su propuesta la mejor de las 14 para el país y espero, de corazón, por Costa Rica, que tenga éxito.

Está obligado a ser un gobernante bueno. No puede defraudarnos. Ni siquiera a quienes nunca lo apoyamos.

Pero eso es pasado. A partir del 8 de mayo estaré de su lado cuando crea que debo estarlo, pero procuraré estar listo para disentir cuando me lo diga la conciencia. Por el mismo respeto que usted me merecerá como jefe de gobierno, no seré un vasallo ni un servil. No, señor. Espere de mí la crítica punzante, pero también la felicitación.

Le cuento: vengo de una familia de mariachis, pero celebro su triunfo como en 1987, siendo colegial, cuando le dieron el Nobel.

Hoy, dos meses antes de su retorno al poder, me permito recordarle el enorme compromiso que se echa encima. Sea todo oídos, pero tome decisiones. No más platos de babas.

En la campaña prometió poner a Costa Rica a caminar de nuevo. Inténtelo. Si no lo logra, al menos déle un empujón (hacia adelante), no hacia el despeñadero. Eso ya lo están haciendo. Y coincidirá conmigo en que nuestro país no lo merece.