San José Costa Rica. Edición del 12/noviembre/2006. Ir a Al Día
 

Mercedes Taboada, Vendedora más vieja de la JPS

Abuelita del banco negro

“Empecé en este negocio cuando tenía 20 años. Los chances costaban una peseta y la lotería un colón. La venta era mejor”.

Neyssa M. Calvo Achoy

Quizás usted ha visto a doña Mercedes Taboada, y hasta se ha detenido para comprarle un billete de lotería o de chances, sin saber que es la vendedora con más años de estar registrada como tal en la Junta de Protección Social (JPS).

Según los archivos, se inscribió en 1981, pero ella empezó a vender “ufff, hace 57 años, cuando tenía 20 años y la responsabilidad de una familia que mantener”.

Con sus 85 años a cuestas, esta dama de larga cabellera blanca, delantal y sonrisa amplia se pasea por los alrededores del conocido “banco negro” (Banco de Costa Rica) ofreciendo la posibilidad de que alguien se haga millonario.

En una ocasión, en 1997, le vendió a un cartaginés un entero premiado con más de ¢100 millones.

Tiene muchos clientes y algunos de ellos hasta la piropean, porque son años pasando por la acera del banco y viéndola de pie, frente a su mesita, con los billetes prensados con chinches, o sentada en un banquito con la faja de billetes en la mano.

Las jornadas de doña Mercedes siempre han sido extensas, pues sabe cuándo debe empezar a trabajar, pero no cuándo se irá para la casa, en especial, cuando hay sorteos extraordinarios, como el gordo navideño.

Recuerda que cuando criaba a sus siete hijos (uno ya fallecido) a veces tenía que llevarlos con ella, pues le daba miedo dejarlos solos en casa.

Conforme fueron creciendo, empezaron a echarle una manita a ella y al esposo, José Ángel Vargas, quien se dedicó por años a trabajar en el campo.

Hoy por hoy, siguen en el oficio de “chanceros” cuatro de sus hijos y tres nietos, quienes también pregonan, de viva voz, los números, quizás, premiados.

Doña Mercedes, además de ser vendedora, es jugadora fiel del 13 y el 04, aunque, hasta ahora, no ha pegado gran cosa.

Así de fiel es a su esposo, José Ángel, a quien tiene internado en el San Juan de Dios desde hace una semana, y visita todas las tardes.

Era muy raro

ver mujeres vendiendo lotería en las calles a finales de los cincuentas, cuenta doña Mercedes; sin embargo, eso no la detuvo, pues, con ese trabajo, pudo alimentar a sus hijos. En su camino, dice, ha visto cómo todo ha cambiado, ya que, a su criterio, ahora la vida es más dura y hay más peligro en la calle. Además, se irrespeta mucho a la gente mayor, por ejemplo, cuando entregan a los choferes los tiquetes del autobús, que les da la Caja del Seguro.

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/ José Rivera Al Día

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