Desde mi espejo

¿Aceras u orinales públicos?

¿Puede usted imaginar a una distinguida dama parqueando su vehículo al borde de la acera, yendo hacia una pared, subiéndose las enaguas (o bajándose los pantalones), acuclillándose, acomodándose la ropa interior para no mojarla, y orinando a gusto y gana?

¿Qué opinaría usted de ese íntimo espectáculo, expuesto a vista y paciencia de cualquier transeúnte o conductor?

A mí nunca me ha tocado ver algo así, pero sí, y muchas veces, a los hombres, que, con la mayor tranquilidad, sea donde sea, se ponen de cara a cualquier árbol o pared y desaguan la vejiga sin importarles la sensibilidad de quien contemple la escena.

¿Es que las mujeres podemos aguantar muchísimo más la necesidad de ir al baño? No, que yo sepa.

¿Es que no puede un hombre caminar o manejar hasta encontrar un servicio sanitario, tal como lo hacemos las mujeres?

En todo caso, lo mínimo es tener siempre a mano bolsitas de plástico con cierre hermético y, en forma discreta y disimulada, proceder al desagüe vesical.

“Por el bien de su salud, lávese las manos después de ir al baño”, dice un pequeño anuncio televisivo.

Y es que a mí no me consta que ese hombre que me estrecha la mano, se la haya lavado antes de tocar la mía.

Es una cuestión de simples normas elementales de higiene... y de mínimo pudor.

¿No le parece?