Salo Ponchner, empresario del año
El premio lo dejó frío
“Las pequeñas empresas son como bebés, hay que chinearlas y darles alimento para que crezcan bien fuertes”. Neyssa M. Calvo Achoy
La necesidad de estar cerca de la familia y ver crecer a sus dos hijos motivó a Salo Ponchner, hace 10 años, a cambiar la carrera de agronomía por la instalación de aires acondicionados.
Hasta hoy, aquella decisión solo ganancias le ha dejado, pues, por su empeño y dedicación al trabajo, la Cámara de Comercio de Costa Rica lo nombró, hace tres semanas, el empresario del año.
El premio lo dejó frío, pues no se lo esperaba, según dice, porque solo ha hecho su trabajo, pero, eso sí, siempre con la idea de superarse día a día.
Don Salo se define como un hombre visionario, muy emprendedor y para nada conformista.
Para prueba un botón. Su hermano Marcos le pidió, en 1998, que se fuera a trabajar con él, en un proyecto que recién emprendía: la instalación de aires acondicionados para vehículos, mantenimiento de neveras y arreglos de máquinas de hacer hielo. Algo nuevo para él ya que su trabajo estuvo siempre vinculado a la agronomía.
En el pasado, fue profesor de la Universidad de Costa Rica y gerente de investigación en la bananera Chiquita Brand.
El pequeño taller de aire acondicionado es hoy la gran empresa Multifrío, muy reconocida en Centroamérica. Solo en el primer año de labores, ya tenían 30 clientes y, en la actualidad, tienen registrados más de mil.
Don Salo llegó al negocio “para poner orden” financiero, y terminó como administrador “sin estar capacitado para asumir esa función”, cuenta como anécdota.
¿Cómo hizo? Empezó por la contabilidad y siguió con las inversiones, mandó a traer materia prima de Estados Unidos.
Poco a poco, el negocio empezó a crecer y se dieron cuenta de que el dinero estaba en la instalación de aires en edificios.
El asunto, dice don Salo, es mirar más allá, no ser conformista y recibir cursos que le ayuden a crecer. También es vital revisar la estrategia a seguir, periódicamente, y analizar si es rentable o no.
Su amor por la tierra
es algo que lleva en la sangre, y por eso, los fines de semana, saca tiempo para darse gustos sembrando en casa. Tiene árboles frutales de carambola, mango y aguacate, así como decenas de flores ornamentales. Incluso, les regala “hijitos” a otros. Es el único que mete mano en ese sitio, pues es quien abona y poda el jardín, y no es para menos, porque descansa la mente y el cuerpo cuando se acerca a ese rincón de su casa.
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Foto Abelardo Fonseca /Al Día
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