Más allá del pan bon y el “rice and beans”

Una mirada con otros ojos a la provincia de Limón

En el Caribe, sueñan con trabajo, seguridad, mejoras en los puertos y con jugar futbol

La otra cara de Limón, sin las frías estadísticas de la policía o el fragor de los carnavales 2006, es la de un pueblo de honestos trabajadores, orgullosos de sus raíces.

Y ¿qué mejor carta de presentación que 15 chiquillos descalzos jugando mejenga a las 5:34 p.m., soñando con ser Ronaldinho?

“Todos jugamos en el equipo Roosevelt F.C. de donde salieron Érick Scott, el fallecido Whayne Wilson y Winston Parks”, me dice Nayel Brown de 10 años, quien quiere ser enfermero cuando sea grande “para curar a la gente”.

Mientras tanto, la cura de todos los males que azotan la provincia es el estudio y la búsqueda de fuentes de trabajo para que ese 22 por ciento de personas que figuran en la lista de “desempleados” consigan el sustento diario.

La provincia que encontré durante dos días de recorrido con un equipo de Al Día, se desarrolla con un puerto que da para más, instituciones que necesitan ser más ágiles y belleza ecológica que es como un diamante en bruto.

Es como lo explica el alcalde de Limón, Róger Rivera Mora: “Son muchos los atractivos naturales de la región, se puede desarrollar el turismo ecológico”, y eso daría trabajo .

Lo mismo opina Paola Mora Streber, gerente de operaciones de Cahuita Tours. “La gente del Caribe es muy amable; aquí hay muchas cosas hermosas, playas, uvas de mar y palmeras. El Pacífico tiene aguas opacas, aquí son más cristalinas”.

Pero mientras no haya trabajo hay que usar el ingenio, igual que Mario Azofeifa y Alexánder Obando, quienes tienen formas muy particulares de ganarse algunos dólares.

Azofeifa, taxista a tiempo completo, recoge a los turistas en el puerto y los lleva a dar un paseo por las bananeras, lugares que también se han convertido en centro de atención de los extranjeros que llegan en la temporada de cruceros, de octubre a mayo.

El tour de dos horas le deja en el bolsillo $51 dólares (unos ¢27 mil), nada mal para un ratito de “Banana plantation”.

Cuando me topé con Obando, trataba de bajar de un árbol un perezoso que hace las delicias de los visitantes. Más adelante, la mona “Conchita” me miró con ojitos picarones, y pensé ¿no es cierto que en Limón lo insólito y lo cotidiano andan de la mano?

Aquí, en esta bella tierra de altas temperaturas, algunos se han colocado en los barcos y encontraron el amor, como Sajira Watson de 28 años.

Watson ha estado en cinco cruceros de Royal Caribbean, y en uno de estos conoció a su esposo Marco, de Trinidad y Tobago. “Fue amor a primera vista”.

Aunque ella ama su pueblo, está convencida de que “no hubiera podido encontrar un mejor candidato para compartir la vida”. Ahora, tiene una familia y dinero para construir una casa.

El futuro

“Queremos que la gente tenga otra imagen de la provincia”, me contestaron los limonenses cuando les pregunté cuál es su sueño y que quieren para su provincia. Seguridad, empresas, criar a sus hijos en un ambiente seguro...

Sin embargo, para que las 89.933 personas que viven en la zona se vean con otros ojos, se necesita más que ganas: Urge atraer empresas e invertir en infraestructura, para modernizar la actividad portuaria, afirmó el alcalde Rivera.

“Se han hecho esfuerzos, pero hay situaciones difíciles que deben resolverse. Las huelgas, los paros y que no haya zonas francas cerca no permiten que vengan inversionistas”, añadió.

Y aunque el sueño sea tener una provincia más desarrollada, la falta de un aeropuerto internacional hace que todos pongan los pies sobre la tierra.

“El aeropuerto que tenemos ahorita no califica para tener esa categoría”, manifiesta el alcalde, para quien las zonas francas deberían estar a 20 kilómetros de los muelles y no a 200, en Barrial de Heredia, Belén o Cartago.

Una monada para atraer turistas Jeison Villarreal no deja sola a “Conchita”. Alex Villarreal es un papá que sueña con criar a sus hijos y verlos gozando de salud y bienestar. Él dejó hace 22 años Guanacaste para afincarse en Limón, donde le ha ido muy bien. “Soy más limonense que guanacasteco”, comenta mientras espera que una microbús cargada de turistas se detenga. “Conchita”, la mona que compró en “cinco rojos”, con sus gracias y carita coqueta, le depara unos cuantos dólares para arrimar a la economía familiar.