Pido la palabra

“Estupiditis”

Lo que ocurrió el domingo en la noche, en Grecia, refleja el grado de enfermedad mortal que nos postra.

Fue para sentarse a gritar contra la “estupiditis” que infecta y carcome.

Ese día, un chofer ebrio se ubicó en medio de la carretera con la intención de alertar a otros que su carro se había salido de la vía.

Había intensa neblina y la calle estaba resbalosa por el temporal del fin de semana... los ingredientes para una tragedia.

Y, cuando se la llama tan insistentemente, ella acude a la cita.

Dos hombres en una moto que venían sin casco y a velocidad, no pudieron esquivarlo y chocaron contra un camión. Resultado: los dos fallecidos.

¿Por qué toreamos así a la muerte?

¿A qué se debe esta imprudencia generalizada que brota de nuestros choferes?

¿Por qué la sensatez ya no es un valor para conducir un vehículo?

Hay una temeridad rayana en el suicidio.

Ser buen conductor no es chillar llantas, encender el equipo al máximo y estar con el insulto en la boca, listo para dispararlo.

Esos son los costarricenses chiquiticos.

Nuestras calles necesitan seres humanos grandes, aunque vayan a 40 por hora.

Este comportamiento refleja que todos nuestros complejos, personales y sociales, desaguan en el volante.

Manejar es un arte y requiere paciencia, concentración y sabiduría.