Pido la palabra

Murieron los caballeros

En la vida se cometen muchas equivocaciones, yerros y fallos. “Errar es humano, pero se siente divino”, dijo alguna vez la actriz Mae West.

Y, cuando se incurre en un error, al menos hay que reconocerlo con hidalguía y temple. Pero en Costa Rica ya escasean las personas que actúan con decoro y donaire.

Ante las investigaciones que involucran a alguien, se buscan excusas, subterfugios, explicaciones ridículas y cuanto instrumento “cantinflesco” provea la desfachatez.

Ya sabemos las respuestas: “Están mancillando mi honor y el de mi familia”, “Dios sabe que lo que dicen es mentira”, “No hay pruebas que demuestren una irregularidad”, “El Creador es testigo de que llegué a servir y no a servirme”, “En los tribunales limpiaré mi nombre...”, y así hasta llegar a Plutón.

En el caso de esta semana, con un legislador liberacionista denunciado por acoso sexual contra una asesora, con testigos incluidos, da vergüenza escuchar y leer sus declaraciones. El “caballero” se le murió hace mucho.

Tampoco es grato observar a sus compañeros tratando de salvarlo de la “torta” al recontratar a la funcionaria, luego de que la despidiera por “mojigata”, y leer sus declaraciones evasivas, cobardes y de compadrazgo.

Y eso en el Primer Poder.

Éste es el nuevo país, el de la indecencia y el deshonor como becerros de oro.