Ticos vencen miedos o mitos y acuden con mayor frecuencia a las salas de tatuajes y piercings

En la piel hay fútbol, animales, amor y metal

Desde una flor en la vagina para verse sexy, hasta un sol gigante en la espalda para arreglar una “torta”... las historias sobran

El león de la Liga, argollas de titanio en los pezones, demonios, mujeres desnudas, mariposas, nombres de novias y hasta el polémico 666, viven en la piel de muchos ticos que decidieron tatuarse o colocarse un piercing.

Algunos son discretos, otros los lucen abiertamente por la calle. Ejecutivos, taxistas, médicos, amas de casa... de todo llega a los estudios donde realizan estos trabajos, según confirman los mismos encargados de varios locales.

Los tatuadores dicen que en este negocio no hay tendencias, modas, ni grandes avances tecnológicos. Coinciden en que todo está en la creatividad y el ingenio del artista y el cliente.

Sin embargo, entre los tatuajes prediseñados, las mujeres prefieren lucir pequeñas mariposas o delfines y los hombres los llamados tribales ( sin forma definida).

“Los brazos, el abdomen y la espalda son los lugares favoritos de la gente para los tatuajes” cuenta Diego Gaviria, administrador de Tribals Tatoo, en el Mall San Pedro.

La nariz, el ombligo y las cejas dominan en las perforaciones con piercing.

Pero no crea que solo ahí los ponen. Penes, vaginas, senos, dedos y el rostro también se convierten en lienzos para el arte corporal.

El toro y el mar

Es jueves y estoy en Tribals Tatoo, en el Mall San Pedro, uno de los locales más conocidos. “Vine desde Jacó porque me recomendaron al cubano”, dice Andrey Céspedes, un surfista de 22 años.

De pelo largo, rubio y piel bronceada, el porteño llega a su segunda sesión de tatuado. A partir de ese instante, las olas del mar no solo estarán en su mente y su tabla, sino también sobre las costillas.

“Duele y bastante por la zona que escogí, pero nada que no pueda tolerar”, agrega Andrey.

Pocos minutos después, pensando en un toro bravo para su próxima sesión, llega Héctor Vargas, vecino de San José. “Tengo cuatro tatuajes y también me gustan los piercings”, cuenta.

En el local, la música electrónica y las camisetas negras en venta llenan el ambiente. “Necesito buena música para trabajar y un cliente con paciencia”, afirma sonriente Yeraldino Mexidor, alias “El Cubano”.

Este artista realiza algunos de sus diseños a mano alzada, es decir, no emplea una plantilla para tatuar. “Es de los pocos que lo hace”, expresa Gaviria.

Brumoso y manudo

A 23 kilómetros del mall, un furioso león de la Liga decora la parte baja de una espalda “cartaga” y un escudo con corona y estrellas resalta en el hombro izquierdo. Entre ambos símbolos manudos hay un sol de gran tamaño.

“Ahora quiero hacerme un trabajo en el que puedan unirse los tres tatuajes”, afirma el taxista brumoso David Pérez.

Este joven, de Cartago, asegura que su pasión por Alajuelense es algo que lo identifica ante sus amigos y familiares. “No tengo que decirle a nadie que soy manudo... salta a la vista”, agrega.

David recuerda que su primer tatuaje se lo hizo un compañero del ‘cole’ con una máquina improvisada, hecha en casa.

Higiene an te todo

Andy Madrigal, tatuador de Plexus, del Mall San Pedro, advierte que los tatuajes deben hacerlos profesionales capacitados y en condiciones de total higiene.

“Agujas desechables, nuevas y esterilizadas; guantes y los permisos del Ministerio de Salud no pueden faltar en ningún local. Esto no lo puede hacer cualquiera, la salud del cliente hay que cuidarla mucho”, comenta.

Más famosos El inglés David Beckham es uno de los futbolistas con más tatuajes. Hace unos días mostró el último que se hizo. El cantante boricua Ricky Martin causó furor entre las fanáticas cuando enseñó sus nuevos tatuajes. La sensual nadadora alemana Franziska Van Almsick roba miradas en las piscinas con su tatuaje. El goleador manudo y de la Selección Nacional, Rolando Fonseca, lleva el nombre de Dios, su esposa e hijos.

Los mitos y realidades Los mitos en torno a los tatuajes y las personas que los portan abundan. El más viejo, según los tatuadores, es que solo los usan pandilleros o drogadictos. Carlos Bravo, médico residente de Dermatología, asegura que no está probado que produzcan cáncer. Además, es falso que no se pueden quitar, aunque hay excepciones, y quienes los portan pueden donar sangre, siempre y cuando cumplan con los requisitos establecidos para ese fin. Bravo explica que si una persona decide tatuarse, “ debe revisar que el equipo esté estéril y que la aguja sea desechable”. “No es recomendable que personas con enfermedades de la piel o que la tengan muy sensible, se hagan un tatuajes”, comenta. Desde el 2005, la ley exige a los locales que se dedican a tatuar o perforar, disponer un recipiente de bioseguridad para el descarte de agujas, que las tintas estén registradas en el Ministerio de Salud y contar con un esterilizador ultrasónico. También, tener un autoclave para garantizar la adecuada desinfección y esterilización de los materiales y equipos.

“Hago tatuajes desde los 14” Andy tiene tatuajes en los brazos y piernas. Herbert Arley Su primera máquina de tatuar se la regaló la mamá a los 14 años. Ahora con 24, Andy Madrigal asegura que pasa muchas horas en el estudio de Plexus, ubicado en el Mall San Pedro. “Hay tatuajes que valen desde ¢10 mil hasta sesiones de $100 (¢52 mil) por hora. Todo depende de la complejidad del diseño, el tamaño y la cantidad de colores que se utilicen”, dice. En sus brazos y piernas hay tatuajes de todo tipo. Asegura que no conoce un solo tatuador que no tenga al menos uno, aunque a él no lo desvela mostrarlos. Por sus manos han pasado todo tipo de excentricidades. “He hecho escudos de Saprissa y la Liga y hasta nombres de novios que luego hay que arreglarlos porque quebraron”, recuerda. “No hago tatuajes en los dedos o la cara porque no estoy de acuerdo con eso, ni penes porque me incomoda, pero a mujeres sí las he tatuado en la vagina”, afirma.

Mariposa que jala miradas María Paz : profesora de educación física. Herbert Arley “Es bonita”, “es una ternura” o “se ve muy sexy”, son parte de los comentarios que María Paz León escucha desde hace ocho años sobre la mariposa que lleva en el abdomen. Por ser profesora de educación física, ella muestra su tatuaje con frecuencia en piscinas o gimnasios. “Me lo hice a los 17 años, en aquel tiempo me costó ¢13 mil y para pagarlos tuve que ponerme a coser vestuarios para grupos de danza y ballet en el colegio”, recuerda entre risas. María Paz asegura que el tatuaje es un sello personal, algo que la identifica. “Cuando la gente se acerca me pregunta hace cuánto lo tengo”, afirma. Ella además usa un piercing en la nariz.