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Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta” El narco más buscado cayó, a pesar de 6 cirugías Revista semanaReproducción autorizada. redaccion@aldia.co.cr Ninguna cirugía plástica puede esconder la naturaleza de un hombre. Menos la de un mafioso. Eso lo comprendió el 7 de agosto pasado, Juan Carlos Ramírez Abadía, alias “Chupeta”, cuando vio su lujosa mansión cerca de Sao Paulo (Brasil) invadida de policías que, sin saberlo, capturaron a uno de los narcos colombianos más buscados que se ocultaba tras un rostro desconocido.
La operación buscaba golpear una gran red internacional de lavado de dinero que venían investigando hacía dos años las policías de Estados Unidos, México, Argentina, Uruguay y España. Lo que no sabían era que el hombre que salía de su casa todos los días hacia un local de venta de carros y motos náuticas, y al que ellos consideraban el cerebro de la red, era “Chupeta”, de 44 años. Ramírez Abadía llegó a Brasil hace dos años con $16 millones, según él, para “vivir como un rey”, le dijo a la policía federal. “¿Quién es usted en realidad?”, le preguntó uno de los oficiales. “Chupeta” estaba acorralado y decidió revelar su verdadera identidad. “Yo soy la persona que buscan. Pero mi mujer no tiene nada que ver en esto”, dijo. Luego de ser detenido, contó que se practicó seis cirugías plásticas, de hecho lo identificaron por su voz y huellas dactilares.
Sorpresa tras sorpresa En su casa había $544 mil, 250 mil euros, 55 mil reales, 160 celulares que usaba para burlar las interceptaciones telefónicas, relojes suizos y pasaportes falsos. Poco después, la policía recibió una llamada de la cirujana Loriti Breuel, quien vio las imágenes de la captura de “Chupeta” y lo reconoció. “Yo fui la que operé a ese hombre, pero se identificó con documentos de Argentina”, aclaró. Ramírez Abadía se hacía llamar en Brasil Marcelo Unzué, médico argentino de 44 años. “Chupeta” se mandó a hacer un ensanchamiento de quijada, el mentón partido y se estiró la frente. Hace un par de semanas él y su mujer pasaron por el bisturí, por eso, en las fotos de su captura aún se le ven cicatrices. Su vida en Colombia La vanidad de Ramírez ha sido su debilidad toda la vida. Desde que ingresó a la mafia no ocultaba sus gustos por las joyas, por vestir bien y mantenerse en forma. Gracias a la droga, desde los años 90 vivió como un rey en Colombia. Junto con su amigo Juan Carlos Ortiz, alias “Cuchilla”, quien fue asesinado en el 2000, se convirtió en el primer colombiano en enviar en un avión una tonelada de cocaína a Estados Unidos. Pero en 1996 “Chupeta” y “Cuchilla” se entregaron a la justicia y aceptaron los cargos por narcotráfico, enriquecimiento ilícito y testaferrato. Fueron condenados a 24 años de prisión, de los cuales, por rebaja de penas, Ramírez pagó cuatro y estuvo en tres cárceles diferentes, desde donde mantuvo su negocio intactos. Las autoridades norteamericanas y colombianas lo sabían. Y él presentía que podrían llevarlo a juicio en Estados Unidos. Por eso, en el 2003 se reunió con la exfiscal norteamericana Lee Stapleton y un abogado, para indagar si tenía algún proceso en curso. Fue el último día que las autoridades lo vieron. Sólo un año después se volvió invisible, cuando supo que era solicitado en extradición por una Corte de Washington. Por esa época “Chupeta” ya llevaba 10 años traficando coca hacia Los Ángeles, Nueva York y Texas. Lo “cantaron” El 17 de enero de este año, un hombre llegó hasta las oficinas de la DEA en Nueva York y les entregó un computador que contenía los nombres de quienes, durante los últimos seis años, habían estado vinculados con el capo: policías, jueces, fiscales, empresarios, políticos, etc. También había datos sobre decenas de empresas que por años han aparecido como respetadas industrias legales, pero que “Chupeta” usaba para el lavado. El informante, en quien “Chupeta” confiaba y le dejó manejar toda su información financiera, comenzó a conocer del capo su trayectoria criminal y huyó para acogerse al programa de Protección de Testigos estadounidense. A Chupeta se le atribuyen innumerables ajustes de cuentas, como haber ordenado la ejecución de 35 familiares, socios, abogados y colaboradores de Víctor Patiño, en venganza por acusarlo ante las autoridades. Todos lo quieren Según el oficial Richard Mei, de la DEA, Estados Unidos quiere que lo extraditen pero el fiscal Mario Iguarán, dice que no. Será el Supremo Tribunal Federal de Brasil el que decidirá si cumple primero su condena en el país por falsedad en documentos públicos y lavado, por los que podría pagar penas de prisión de entre cinco y 15 años.
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