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Imágenes de su ejecución desatan reacciones en el mundo árabe Sadam Husein: ¿El nacimiento de un mártir? Expertos señalan violación de derechos humanos Ronny Rojasronnyrojas@aldia.co.cr Iban a ser las 6 de la mañana en Bagdad, Iraq, el 30 de diciembre anterior, cuando el exdictador Sadam Husein, de 69 años, caminó hasta el cadalso, aparentemente tranquilo, vestido de negro y con una copia del Corán entre sus manos, para morir colgado, como castigo por haber ordenado la matanza de 148 aldeanos chiítas, en el pueblo de Dujail, en 1982. ¿Pero era esta ejecución la mejor medida? El pasado 4 de enero, en uno de sus editoriales, el diario The New York Times señaló: “El señor Husein se ha ido ya a su tumba. Pero la intolerable forma de su asesinato, imitando deliberadamente sus propios métodos depravados, asegura que su crueldad le sobrevivirá”.
En Costa Rica, el abogado y experto en derechos humanos, Fabián Volio, opinó que, aunque las leyes con las que fue enjuiciado el exdictador existían antes de la invasión de Estados Unidos a Iraq y no fueron creadas exclusivamente para sentenciarlo “queda una gran duda sobre si Husein tuvo un juicio justo”. Para Volio, los derechos humanos de Husein fueron violados y su muerte “no hace justicia ni resuelve nada en Iraq (...) No hay filosofía o doctrina que diga que el ser humano debe pagar con su vida por los delitos que comete”. El experto señala que el castigo para un criminal tiene dos objetivos primordiales: “aislarlo para que no cometa más delitos o que sirva de escarmiento para que la persona cambie”. En el caso de Husein, ninguna de estas premisas se cumplió. Jaime Ordóñez, director de la Cátedra de Teoría del Estado de la Universidad de Costa Rica, manifestó que la ejecución “fue un error político y estratégico muy grave, que generará la agudización del conflicto entre los sunitas y chiítas, dentro de la ya de por sí explosiva y sangrienta sociedad iraquí”. Husein nació en Tikrit, un pueblo perteneciente al grupo musulmán sunita, en franca oposición a los mulsulmanes chiítas. Para Ordóñez, no cabe duda de que Husein era culpable de delitos de lesa humanidad, pero este debió ser juzgado en un Tribunal Internacional –similar al Tribunal de Nuremberg– ya que esto habría dado mayor legitimidad al proceso; y no entregarlo a un tribunal iraquí, dominado por la sociedad chiíta. Durante el juicio, tres de sus abogados fueron asesinados y varios jueces reemplazados. Como un “mártir” Casi inmediatamente después de su muerte, las imágenes con los últimos momentos de Husein, grabadas con un teléfono celular, le dieron la vuelta al mundo y se desató el rechazo de la sociedad árabe suní, así como una serie de atentados en Iraq. Quizás una de las frases más contundentes la dijo el presidente de Egipto, Hosni Mubarak, durante una entrevista con el periódico israelí Yediot Aharonot, y publicada el pasado viernes: “Nadie nunca olvidará la forma en que Sadam fue ejecutado (...) Ellos lo convirtieron en un mártir”. En un artículo publicado ayer, el New York Times explica que “Por enfrentar a Estados Unidos y su gobierno afín en Bagdad, y por morir con una cierta dignidad, el señor Husein pareciera virtualmente haber limpiado todo su pasado”. Jaime Ordóñez coincide con tal afirmación y dice que el procesamiento de Sadam por un Tribunal Internacional adscrito, por ejemplo, a la Corte Penal Internacional, era la vía para obtener apoyo unánime de la comunidad internacional y no la percepción de que se trata de una venganza religioso–nacionalista. Lo correcto, dice Ordóñez, habría sido condenarlo a cadena perpetua, bajo estrictas condiciones de seguridad. “Para la administración Bush, que insistió en ir a la guerra en Iraq para implantar democracia y justicia, esas imágenes vistas globalmente fueron una vergüenza bochornosa. Desafortunadamente, todos los estadounidenses serán culpados, mientras que los iraquíes sufrirán todavía más”, publicó en su editorial del 4 de enero el New York Times. Ordóñez explica que, tras la muerte de Sadam, el odio étnico-religioso en Iraq empeorará y “lo que era una caldera ahora se convertirá en un caos”. Según este analista, la única posibilidad de estabilidad política a largo plazo en Iraq, es la formación de un régimen federal, dividido en tres regiones: la sunita, la kurda y la chiíta. Pero no el intento de gobierno único.
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