Pido la palabra

Pelona Full Time

La Muerte tiene gustos selectos: anda en carros de alquiler lujosos y nos recuerda su paso por el mundo en pacíficos jardines.

Se pasa sacándole los ojos a la vida, que, a cada segundo, se ve desnuda y desvalida ante la disminución de sus activos.

¡No hay nada más caro que morirse!

Échele pluma: primero, el campillo donde la noble calavera abonará las margaritas por debajo.

Luego, como dicen los pachucos, “el estuche”, que, de madera pulida o de terciopelo gris (y hasta el morado de los saprissistas), no baja de unos cuantos miles de colones.

Y, por último, el costo de los servicios funerarios, que incluyen alfombra, vela, café y todos esos últimos detalles.

Si morirse fuera gratis, uno entendería que los humanos andemos coqueteándole a la Calaca en carreteras, playas y descuidos.

¿Acaso no sabemos que Ella es una señora que nos atisba día y noche a ver en qué momento nos estira la pata?

Por estos días, Ella debe creer que le rendimos un homenaje, si consideramos la cantidad de muertos en las carreteras, ataques de violencia, vandalismo, atentados contra la propia vida y vaya usted a saber.

La cosa es que, si nos obcecáramos en vivir como nos empeñamos en morir, el mundo y sus motivaciones para seguir adelante serían una maravilla.