Nuestro amado fútbol
El loco mundo del fútbol a veces es cuerdo Amado HIDALGO, periodista
Óscar Ruggeri, uno de los símbolos del futbol argentino de las últimas dos décadas, contaba una anécdota casi inverosímil: Carlos Salvador Bilardo nunca los puso a estirar antes de un partido de la selección albiceleste.
Cuando alguien se atrevió a cuestionarle, respondió: “El día que salga en los periódicos la noticia de que a un ladrón lo atrapó la policía porque se desgarró al salir corriendo, nos ponemos a elongar. ¿Y han visto a algún ladrón estirando antes de salir huyendo?”
Aunque la teoría parece increíble, viniendo de un profesional en medicina, apenas sirve para confirmar que en el mundo del fútbol, como en todo, cada “loco lleva su tema a cuestas”.
Y si no que lo diga su coterráneo Ricardo Lavolpe, a quien le descubrieron su caja mágica de secretos en la Selección Mexicana. Una experta en motivación, llamada Kathy, no solo lo hacía dormir con la cama fija hacia un punto cardinal, ponerse corbatas de dragones para ciertos juegos, repetir frases suyas ante la prensa y jugadores, sino que también le sugería las alineaciones.
Por culpa de ella se quedó afuera Cuauhtemoc Blanco, Pavel Pardo fue capitán inamovible y viajaron al mundial dos nacionalizados: “Zinha” y Guillermo Franco.
Aquí en “Tiquicia” nadie debería alarmarse. En eso le ganamos a los mexicanos, pues antes que Lavolpe recurriera a “Kathy”, ya tuvimos a Badú, con su asistente de rituales, Erika, y quien además gozaba de la ayuda invaluable de una lora. El secreto, decían otros, estaba en la infaltable sandía partida y repartida en el camerino manudo. ¡Quién puede saberlo! El futbol tiene sus locuras, pero acompañadas del triunfo son corduras en el manicomio de la afición.
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