Desde mi espejo

Y, ahora, ¿quién podrá defendernos?

La pregunta del título de esta columna, característica de un popular personaje de la televisión mexicana, es la que circula entre los conductores de taxi, sin que nadie pueda dar una respuesta.

El que maneja un taxi no tiene la menor idea de quiénes suben a su vehículo, y está totalmente a merced de los maleantes, pues no sabe si la dulce viejecita que lo abordó está en combinación con los gentiles jóvenes que la ayudan a bajar, y en cuestión de segundos suben al carro, encañonan al conductor y de la amenaza pasan al asesinato.

Las armas que usan estos criminales son diversas, y los ataques con puñales y todo tipo de objetos contundentes también están a la orden del día.

Al preguntar a varios taxistas la razón por la que el uso de su cinturón es un simulacro, me han dicho que, si se lo cruzan y enganchan como es debido, corren el riesgo de que los maleantes intenten ahorcarlos con el propio cinturón. La situación de estos trabajadores de servicio público es más peligrosa cada día. Es jugarse la vida en cada viaje.

No es de extrañar, entonces, que muchos de ellos vayan armados y, ante un ataque, se defiendan con sus propias armas. Y es que se trata de su vida o la de los criminales.

De otra manera, ante el constante riesgo de muerte de estos conductores y la tremenda inseguridad generalizada en que vivimos, debería haber un cambio drástico, y cuanto antes, en las leyes penales de nuestro país.