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 Nacionales Domingo 27 de mayo, 2007, San José, Costa Rica.
 

Gran celebración

Pentecostés es una fiesta

Mario Montes Moraga
Presbítero

La fiesta de Pentecostés fue primero una fiesta agrícola, la de la cosecha de trigo que se celebraba cincuenta días después de la Pascua y luego una conmemoración de la alianza de Dios en el monte Sinaí con su pueblo Israel, así como el don de la ley de Dios a su pueblo (Éxodo 19-20; Levítico 23,15-21).

Fue durante esta fiesta, 50 días después de la Pascua del Señor, en que vino sobre los apóstoles el Espíritu Santo, prometido por Cristo y reunidos en oración (Hechos 1,12-14; 2,1-13).

San Lucas nos narra ese acontecimiento con un lenguaje impresionante: ráfagas de viento, lenguas como de fuego, ruido, el don de lenguas... Así como en el Sinaí fue constituido el pueblo de Israel, así también en Jerusalén, sobre el monte Sión, nació el nuevo Pueblo de Dios, la Iglesia de Jesucristo, gracias al Espíritu.

El cenáculo se convirtió en un nuevo Sinaí, donde Dios, por medio de su Espíritu, hizo una nueva alianza con el nuevo pueblo, la Iglesia, que no es una obra meramente humana, sino del Espíritu Santo.

Hoy terminamos el Tiempo Pascual experimentando el don maravilloso del Espíritu Santo a la Iglesia. Hoy volvemos la mirada simplemente al pasado para recordar ese hecho maravilloso. Es una realidad para nosotros, que hoy se actualiza, como lo fue en aquel primer Pentecostés.

El Espíritu Santo sigue llenando de dones y carismas a su Iglesia, como Pablo afirma de Corinto (1 Corintios 12). Él es el dador de vida, como rezamos en el Credo. Hace florecer en la comunidad cristiana, nuevos y sorprendentes movimientos.

Él, que es el Espíritu de la verdad, sigue iluminando a su Iglesia en el conocimiento de Cristo y en la profundización de la verdad de sus enseñanzas.

Él, que inspira nuestra oración, es el que mueve a la Iglesia a celebrar la liturgia de manera renovada, a escuchar la Palabra de Dios y cantar sus alabanzas.

Él es Aquel que se nos da de manera especial en los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación.

Él, que es el Espíritu de amor, es el que suscita y sostiene tantos ejemplos de amor, santidad y sacrificio en la comunidad.

Él, el Espíritu de la unidad, sigue despertando en todas las confesiones cristianas el deseo y la búsqueda de la unidad...

Y así muchísimas más cosas sigue haciendo el Espíritu Santo en la Iglesia y en cada uno de nosotros. Vivamos con alegría esta fiesta, como se vivió en el primer Pentecostés, en espíritu de oración, con María, la Madre del Señor.

Abrámonos a la acción del Espíritu Santo, dejémonos impulsar por su fuerza vital, purificar por su acción transformante e iluminar por su testimonio divino.

Seamos, por así decirlo, material apto, para que el Espíritu reproduzca en nosotros su obra maestra, que sin duda alguna es Cristo.

Foto: 1609339
Con la celebración de Pentecostés nació un nuevo pueblo.

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