San José Costa Rica. Edición del 18/noviembre/2007. Ir a Al Día
   

Rocío Carranza, actriz

Sigue siendo llorona, pícara y transparente

La chica del barrio

Neyssa Calvo Achoy

¿Se acuerda de Raquel, aquella chica de ojos verdes, cabellera rubia y un tanto caprichosa que salía en la serie nacional “El barrio”?

Bueno, esa chiquilla ya tiene 27 años, está solterita aunque muy enamorada –según dice– y piensa que el secreto de la felicidad es vivir el momento al 100 por ciento.

Aunque su nombre de pila es Rocío Carranza y la serie “El Barrio” dejó de salir al aire hace ya casi ocho años, en la calle no falta quien todavía la llame “Raquel” y hasta le preguntan si llegó a casarse con “Manuel”, el actor Eduardo Quesada, que hacía el papel de su novio en la serie de televisión.

Esta situación lejos de molestarla le agrada mucho, pues trae a su mente una época muy agradable donde había mucho sacrificio, pero también grandes cantidades de diversión.

Niña de las tablas

En estos días la actriz se mete “en la piel” de su más reciente personaje: Ann, una muchacha de grandes valores que con el tiempo pasa a pensar solo en sus intereses, allá por 1947.

Esta chica es parte del reparto de la obra “Todos eran mis hijos”, cuya temporada concluye el 2 diciembre, en el Teatro La Aduana.

Hay quienes dicen que la vocación es algo con lo que se nace, y en el caso de Rocío el gusto por el teatro lo siente desde muy niña. ¿Herencia?

“Ahora que lo pienso”, dice la actriz con una amplia sonrisa, “esa pasión por el teatro viene de mi papá, Elías Carranza, que baila, canta, toca guitarra, recita poemas... es todo un artista”.

Además, las tablas nunca han sido tierra extraña para esta mujer, pues desde que tenía 14 años iba a los ensayos con su hermana Ana Clara, quien también actriz.

“Lo lindo del teatro es que uno puede hacer tantos personajes y meterse en tantas pieles. Lo que más me gusta es la posibilidad de cambiar”, asegura Rocío.

Cada uno de los papeles, independientemente del que le toque, representa para ella un gran reto, pues no solo basta aprenderse el guión, sino vivir en pleno el personaje.

Ante la pregunta ¿En cuántas obras ha participado? Rocío, no logra precisar la cantidad, pero sí señaló que ha tenido la oportunidad de estar con la Compañía Nacional de Teatro, el Teatro La Aduana y en varias coproducciones, entre otros.

De El barrio a Europa

Para Rocío, ser parte de “El barrio” fue una gran escuela y un trampolín para llegar hasta la casa de miles de costarricenses.

A pesar de los 16 años que tenía en aquel entonces, aprenderse los guiones no le resultó mayor problema y menos el ajuste en su horario, entre las clases en el colegio Metodista y el estudio de grabación.

Pero no se podía quedar ahí: su sed de aprendizaje la llevó a Italia en el 2003, donde hizo teatro con un grupo independiente. Para que le alcanzara el dinero tuvo que lavar platos y hasta vender chaquetas de cuero en el mercado de Florencia.

Rocío es de las que se echa la mochila al hombro y se pone caminar sin quejarse: todo con tal de conseguir lo que desea.

Por eso, cuando se le mete algo en la cabeza lucha hasta alcanzarlo. Eso sí, es muy firme al decir que no es de las que hace muchos planes hacia el futuro, porque cree que hay que pensar más en el hoy y no tanto en lo que pasará mañana.

Claro, ese pensamiento no la exime de soñar: a esta “macha” le encantaría hacer cine, seguir con el teatro y disfrutar del arte en Argentina, la tierra de sus padres, don Elías y doña Rita.

Por dentro

Tampoco oculta las ganas de formar una familia y algún día llegar a ser mamá de tres pequeñines. Y además poder darles un hogar tan unido y fuerte como el que ella tiene.

Rocío tiene cuatro hermanos y vive con sus padres, en San Pedro. A este núcleo familiar se unen otros “hermanos postizos” y un tanto peludos: sus perros Rosy, Evo, Iván y Gloria.

En ese lugar, la casa de la familia, pasa todo el tiempo que puede, pues la universidad y los ensayos le demandan muchas horas.

Su transporte son los buses y quizás sea por caminar tanto que se ha topado varias veces con el hampa, o al menos a eso se lo achaca.

La última vez fue hace tres semanas, cuando la asaltaron en pleno San José. Rocío no presentó la denuncia, a pesar de que la policía agarró al delincuente.

¿Por qué? La respuesta fue sencilla: “Me dio lástima, pensé que la pobreza lo impulsó a robar”.

Así es ella, sentimental y tremendamente llorona, según confiesa. Sus lágrimas no solo las motiva el dolor de la gente: tampoco puede contenerlas en situaciones de gran alegría. Cuando desea ayudar a alguien se esmera hasta lograrlo y para ello usa su mejor carta: la sonrisa que regala a todos los que la saludan o hablan con ella un buen rato. Como no tiene carro y debe ir de un lado para el otro con tal de cumplir sus compromisos, sale a la calle lo más cómoda posible, pero siempre muy sensual.

Así que si se la encuentra en los alrededores de San Pedro o “Chepe” la verá con el cabello suelto, jeans, blusas “ajustaditas”, pero eso sí, siempre en carreras.

Habla de ella

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Tradición

Los fines de semana, la familia completa se reúne en la casa de los padres de Rocío, en San Pedro para comer y “Dios guarde alguien falte”.

Refugio

Para descansar, Rocío prefiere las playas donde hay poca gente, ya sea en Limón o Guanacaste.

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Fotos:Diana Chaves /Al Día

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